sábado, 30 de noviembre de 2019

El bar La Cosechera. El mundial de México 70. Hermann Hesse




Ha de saber la gente más nueva que allá por los 70 del pasado siglo sentaba sus reales -frente a lo que ahora es el colegio mayor Azarbe y junto a una magnífica y bien surtida papelería técnica que aún permanece en la actualidad-, uno de los bares con más solera que se podían frecuentar por aquel entonces en Murcia.  Me refiero a La Cosechera.
 Allí, entre grandes barriles, serrín que alfombraba el suelo, ruidosas partidas de dominó protagonizadas generalmente por los pensionistas de aquellos años y entre trenkas y carpetas de los universitarios que se tomaban unos vinos después de tomar apuntes de Romano, ejercía su "autoritas" tras la barra el bueno de Lope sirviendo cañas, carajillos y belmontes y peinando ensaladillas rusas.
 Pero no se trata de hacer la semblanza de la vida ociosa y bohemia de aquella época. Lo que yo pretendo con este nostálgico y, como tal, estéril artículo es rescatar un detalle, más o menos inadvertido para muchos, que formaba parte del paisaje de fondo de esas escenas protagonizadas por barbudos y bellas jóvenes con botas camperas y faldas largas que fumaban Ducados sin parar.
 Me refiero a un póster a color, pero de un color arcaico, como de eastmancolor, de un equipo de fútbol bajo una leyenda que decía: "Brasil tricampeão do mundo".
La imagen tendría pocos años, pero en aquel tiempo ya tenía un aroma vintage (termino que aún no se usaba, por supuesto) que le daba un cierto toque legendario. Allí estaban retratados los héroes de México 70. Escribo estas líneas sin consultar Google y todavía puedo recitar de memoria la alineación de este equipo mítico: Félix; Carlos Alberto, Brito, Piazza, Everaldo; Gerson, Clodoaldo; Jair, Tostao, Pelé y Rivelino. (Como veis los más futboleros, lista transcrita según el esquema táctico de aquellos momentos, un 4-2-4 que dejaba los centros del campo semivacíos y sin la presión de ahora, como si fuera balonmano, pero que daba muy buenos espectáculos, y perdonada sea esta digresión).

 Este póster tenía para mí un gran poder de evocación. En plena fase de lecturas de Hermann Hesse en aquellos libros de Alianza Editorial, de pronto me veía transportado al Mundial del verano del 70 que con tanto entusiasmo había yo seguido (con los pocos años que habían transcurrido entonces, y me parecía una eternidad). Y eso, fumando negro y tomando carajillos en una fría tarde de invierno y creyendo estar de vuelta de todo (en realidad, de nada) era regresar a aquel verano de la adolescencia en que el fútbol podía ser una religión, los tebeos aseguraban siestas solventes, por las tardes te podías declarar a alguna muchacha en el baile que se organizaba en el patio de algún amigo, (y si te daba calabazas era igual, ya te declararías a otra en el siguiente guateque  hasta que cayera alguna) y la vuelta a clase suponía constatar a quién correspondía el orgullo de utilizar ya maquinillas de afeitar con todas las de la ley.
 La Cosechera hace ya tiempo que echó el cierre, en el centro del campo la presión es enorme y ya no hay espectáculo y los libros de Hermann Hesse, supongo que descatalogados, habrá que buscarlos ahora en las librerías de viejo...

 (Texto: Mariano López-Acosta)

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