viernes, 29 de mayo de 2020

"The Ride". Amanda Palmer.

 

Dura diez minutos pero aunque durara diez horas: uno no puede resistirse a la cadencia de este vals tristísimo que va cantando casi como si murmurara un lamento Amanda Palmer. Mientras desgrana las cuentas de su letanía, esta mujer te va llegando al corazón con su belleza a la intemperie. El piano, de vez en cuando, en mitad de la salmodia, abre caminos nuevos por donde se escapa la voz que nos dice "es solo un paseo, es solo un paseo". Entonces quedas touché.

(M. L.-A.) 

"La mort de l'avi". Joan Manuel Serrat.


No hay muchas canciones con el poder evocador de La mort de l'aví (La muerte del abuelo). Joan Manuel Serrat, un auténtico principiante cuando la compuso, con la sola compañía de unas sencillas notas de guitarra y su voz que en ocasiones parece un gemido, logra recrear toda la atmósfera del rincón marinero que asiste al adiós de un viejo pescador. La playa con las barcas varadas, los aparejos, las redes, la enmudecida taberna, las comadres que rezan en la iglesia, la tristeza de los hombres del mar por la pérdida de quien era un padre para todos ellos, toda una serie de imágenes envueltas en una brisa salobre que reflejan el duelo de un pueblo de pescadores. El sentir popular sincero y espontáneo ante el gran misterio de la muerte. Y sobre todo, "el blau del mar", el azul del mar como telón de fondo de toda la canción, porque en realidad Serrat lo que hace aquí es desplegar su primera gran marina y la cadencia de las notas sería como el suave ondular del agua entre las barcas.

 Y luego, el paso del tiempo y el olvido, la vida que continúa, las pequeñas embarcaciones que vuelven a sus antiguas artes, los niños que juegan en la calle y una red que queda en la arena de la playa olvidada y que nunca más, nunca más, volverá a besar el mar.

(Mariano Löpez- Acosta)


"Las brujas y su mundo". Julio Caro Baroja.

El etnógrafo, folclorista, historiador, erudito y dominador de variados y extensos saberes Julio Caro Baroja fue un auténtico especialista en la temática relativa a la brujería. Nos lo podemos imaginar en la añeja y solariega casa familiar de Vera de Bidasoa escribiendo esta obra en la que vuelca todos los conocimientos acumulados durante mucho tiempo acerca de este inquietante e interesante mundo.
A través de sus páginas desfila la hechicería grecolatina, el mundo germano y eslavo, la obsesión medieval con el maligno, la brujería rampante en el País Vasco durante el siglo XVI, los procesos inquisitoriales a que dio lugar con todo lo relativo a las brujas de Zugarramurdi, el intento durante el siglo XVIII de poner el foco de la Razón sobre ese mundo anclado en la superstición ...
Creo que ésta ha sido una de las obras más conocidas y de más alcance mediático de las que publicó el sobrino de Pío Baroja. A Julio Caro Baroja, por otra parte se le puede considerar como uno de los mayores intelectuales del siglo XX en España. Su obra investigadora es muy prolija y toca muchos temas. Habría una línea continua que la atraviesa practicamente en su totalidad: la indagación en lo popular, en el conocimiento de lo que conforma el alma profunda del pueblo y que trasciende a través de todo tipo de manifestaciones.
Yo recuerdo este libro como una lectura de juventud. Lo que más se me ha quedado grabado es todo el capítulo referido a las brujas de Zugarŕamurdi. Venía a dar profundidad a un relato corto que había leído años atrás, de su tío Pío Baroja, titulado La dama de Urtubi perteneciente al volumen de la Colección Austral Fantasías vascas.

(Mariano López- Acosta)


sábado, 16 de mayo de 2020

El Romance del Conde Niño y El testament d'Amelia.




 Suele aparecer de forma recurrente en la literatura tradicional el asunto de la rivalidad amorosa de una madre hacia su hija por la seducción de un galán, consumada esta rivalidad en la mayoría de los casos con un final trágico. Presa de un oscuro deseo atizado por los celos, la primera, sin parar en barras, hará prevalecer su fatídico poder sobre la situación, lo que derivará en el adiós a la vida de la segunda, sublimada por un amor puro y sin tacha.
 El galán estará en general un poco a verlas venir. De los dos ejemplos que aquí traigo, en el Romance del Conde Niño, un auténtico monumento literario, el enamorado liga su destino al de la joven enamorada, lo que le acarreará finar con ella, de lo que surge otro tema muy característico en literatura, el “amor más allá de la muerte”. La versión que Paco Ibáñez hizo de este poema dio lugar a una de las mejores canciones del repertorio de los cantautores, para mí, una pequeña obra maestra. 
 En cambio, en El Testament d’Amelia tenemos un personaje, el marido de la hija, que cohabita con la madre, pensamos que en desenfrenada coyunda; los amores ilícitos de ambos llevarán al marchitamiento y trágico fin de la desdichada esposa. No tenemos elementos para considerar que no vaya a continuar en el futuro, a pesar de este triste desenlace, el placentero ayuntamiento del joven con su suegra. De hecho, Amelia deja como herencia a su madre el goce de su esposo, aunque esa dádiva está envuelta en realidad en una tristísima ironía.  El galán abandonaría los cánones del amor cortés y entraría de lleno en los territorios del Arcipreste de Hita:

“el hombre por dos cosas se mueve, la primera
por el sustentamiento, que la segunda era
haber juntamiento con hembra placentera”

El Testament d’Amelia es una canción popular catalana del siglo XIV, basada en una leyenda medieval que nos hablaría de un personaje histórico, la tercera hija de Ramón Berenguer III.  A través del tiempo ha conocido múltiples variaciones en su texto. Yo la descubrí a través de la versión que hizo Joan Manuel Serrat en su disco Cançons tradicionals, de 1967, con magníficos arreglos del director de orquesta Antoni Ros Marbà, muy alejados del historicismo musical, por cierto.
 El Testament d’Amelia  se adaptó también, desprovista ya de letra, para el repertorio de la guitarra clásica. Hay una versión canónica memorable, espléndida, del maestro Andrés Segovia.
 En el enlace que os dejo a pie de texto os dejo las tres piezas, la canción popular catalana en interpretación del Noi del Poble Sec, su adaptación para la guitarra clásica, y el Romance del Conde Niño cantado por Paco Ibáñez. 


(Texto: Mariano López- Acosta) 







(Romance del Conde Niño)

EL TESTAMENT D’AMELIA

L'Amèlia està malalta
La filla del bon rei
Comtes la van a veure
Comtes i noble gent
Ai, que el meu cor se'm nua
Com un pom de clavells
Filla, la meva filla
De quin mal us queixeu?
El mal que jo tinc, mare
Bé prou que me'l sabeu
Ai, que el meu cor se'm nua
Com un pom de clavells
Filla, la meva filla
D'això us confessareu
Quan sereu confessada
El testament fareu
Ai, que el meu cor se'm nua
Com un pom de clavells
Un castell deixo als pobres
Perquè resin a Déu
Quatre al meu germà en Carles
Dos a la Mare de Déu
Ai, que el meu cor se'm nua
Com un pom de clavells
I a vós, la meva mare
Us deixo el marit meu
Perquè el tingueu en cambra
Com ja fa molt temps que feu
Ai, que el meu cor se'm nua
Com un pom de clavells

_________________

Amelia está enferma,
la hija del buen rey.
Condes la van a ver.
Condes y gente noble.
Ay, que el corazón se me marchita
 como un ramillete de claveles.

Hija, hija mía,
 ¿de qué mal os quejáis?
El mal que yo tengo, madre,
bien que lo sabéis.
Ay, que el corazón se me marchita
como un ramillete de claveles.

Hija, hija mía,
de eso os confesaréis.
Cuando hayáis confesado,
el testamento haréis.
Ay, que el corazón se me marchita
 como un ramillete de claveles.

Un castillo dejo a los pobres
para que recen a Dios.
Cuatro a mi hermano Carlos.
Dos a la Madre de Dios.
Ay, que el corazón se me marchita
como un ramillete de claveles.

Y a vos, madre mía,
os dejo a mi marido
para que lo tengáis en vuestra alcoba
como ya hace mucho tiempo que hacéis.
Ay, que el corazón se me marchita
como un ramillete de claveles.

(Anónimo)


ROMANCE DEL CONDE NIÑO

Conde Niño por amores
es niño y pasó la mar;
va a dar agua a su caballo
las mañanas de San Juan.
Mientras el caballo bebe,
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el conde Niño
que por mí quiere finar.
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
Y porque nunca los goce,
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre,
juntos nos han de enterrar.
El murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar;
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
La reina llena de envidia
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza,
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.

(Anónimo - Paco Ibáñez)






viernes, 8 de mayo de 2020

La de los tristes destinos. BENITO PÉREZ GALDÓS




Un libro leído estos días durante el confinamiento. El convulso siglo XIX español. La ejecución de los sargentos tras el pronunciamiento fallido de la noche de San Gil; O'Donell, Serrano, Prim, la camarilla ultrarreaccionaria de Isabel II, los preparativos de la Gloriosa, los exiliados españoles en Francia e Inglaterra, el pueblo llano madrileño, los ferrocarriles que iban hacia el Norte, los veraneos aristocráticos en San Sebastián, los nobleza liberal, los ideales revolucionarios, el París de la Exposición Universal y el ansia de libertad, la batalla de Alcolea, las Juntas Nacionales y la salida de la reina hacia el destierro francés sin comprender por qué había pasado todo aquello y confirmando por tanto la ceguera que había dado lugar a aquella situación histórica. Y atravesando todo aquello como hilo conductor, la trayectoria vital de Santiago Ibero, joven idealista y revolucionario, oveja negra de una "buena familia", y su historia de amor con Teresa Villaescusa, hermosísima mujer surgida del arroyo y mantenida de aristócratas decadentes mediante las turbias maniobras de su alcohólica, patética y anciana madre. Y todo esto contado con un ritmo y un dominio del "tempo" narrativo propios de un auténtico maestro. De los libros que mejores ratos me han hecho pasar últimamente.
(M.L.-A.)

domingo, 3 de mayo de 2020

Las Supernovas y la Tierra




No hay en el Universo un fenómeno físico tan violento como el estallido de una supernova. Cuando se da, en unos minutos o segundos se libera la misma energía que va a emitir el sol a lo largo de toda su vida activa. La luminosidad que despide esta magna explosión eclipsa el brillo de toda la galaxia en que se encuentra la estrella que la origina.
Hay una distancia mínima de seguridad con respecto a la Tierra por debajo de la cual la eclosión de una supernova destruiría nuestro planeta. Hasta hace poco se consideraba que el cuerpo celeste que habitamos no aguantaría las consecuencias de esta alteración estelar a distancias menores de 25 o 30 años luz. Pero ahora la distancia de seguridad se ha ampliado. Y los años- luz a que debemos de estar para evitar el fin absoluto de la vida en la Tierra son 50 o 60 como mínimo.
Pero incluso a distancias mayores, si no la destrucción total de todos los seres vivos que habitan el planeta, sí se darían consecuencias catastróficas para la viabilidad de muchísimas especies, incluida la humana.
Cuando este fenómeno se produce a distancias de miles de años luz, en la bóveda celeste aparece de improviso el fulgor de un nuevo astro, de ahí que los antiguos lo denominaran estrella "nova".
A lo largo de la Historia está documentada la cíclica aparición de supernovas. Según la mayor o menor distancia, variaba la vistosidad del espectáculo que se daba en el cielo. En algunos casos el brillo se apreciaba claramente de día y podía emular al de la propia luna en la noche.
A la luz de algunos descubrimientos, se ha relacionado alguna extinción masiva, como la del Ordovícico, con la actividad de supernovas a distancias relativamente cercanas, aunque por encima del perímetro de seguridad.


Se tiene también constancia de otro de estos fenómenos estelares hace 2 o 2,5 millones de años, cuando el Homo erectus campaba erguido por las llanuras africanas. En este caso, por los datos objetivos que se han podido documentar (como la existencia de una forma de hierro radioactivo en el océano, claro producto de emisiones supernóvicas con su correspondiente datación), la incidencia en el planeta debió ser tremenda. Se calcula que el fenómeno se produjo a 130 o 150 años-luz.  Durante semanas o meses debió  darse una espectacular luminosidad en el cielo tanto de día como de noche, hasta tal punto que rompería el ciclo de vigilia sueño de muchos seres vivos, con un descenso enorme de la síntesis de melatonina en el sorprendido y desorientado  Homo erectus. El descenso del tamaño de la capa de ozono también debió de ser muy significado, pudiendo quedarse en la mitad. Eso significa que el filtro para los rayos u.v. y otras radiaciones ionizantes cósmicas disminuyó de forma alarmante. La incidencia de cánceres se dispararía. Todo esto dio lugar posiblemente a una aceleración en el ritmo de la selección natural y un aumento en la velocidad de la evolución de las diferentes especies. Las más longevas quizá eran menos viables al estar más expuestas a la aparición de cánceres a lo largo de su existencia. Las de vida más corta podían completar su ciclo vital de firma más airosa y progresaron.
Como dije antes, está ampliamente documentado el avistamiento de supernovas por el ser humano a lo largo de los siglos.


En 1604 la detección de una de ellas por parte de Galileo le llevó a replantear el dogma aristotélico referido a la inmutabilidad del Universo. El propio nombre de Firmamento lleva implícita esa cualidad, lo que es firme, sin cambios ni variaciones. En realidad los antiguos consideraban que las lejanísimas supernovas eran nuevas estrellas. No calculaban distancias, no sabían que la estrella ya existía y que esa luminosidad correspondía a la clausura de su ciclo de actividad.
Esa Supernova de 1604 fue observada también por Kepler, es la última avistada en la Vía Láctea. Después de más de 400 años los astrónomos dicen que ya "toca" una nueva en nuestra Galaxia. Hay detectadas algunas candidatas ya. Se trata de que no nos pillen demasiado cerca.
Ha habido muchas. En 1987 fue detectada otra en la Gran Nube de Magallanes.
En 1572, el astrónomo Tycho Brahe observó una en Casiopea y la describió en su libro De Nova Stella. Era la primera vez que se usaba el término nova.
En 1054 se dio la que terminaría formando la Nebulosa del Cangrejo. Astrónomos chinos dejaron constancia de ella. Es posible que la referenciaran también los habitantes de la América precolombina.
En 1006 se produjo una de un fulgor inmenso. También está descrita y referenciada de una u otra forma en Japón, China, Iraq, Egipto y en algunos países de Europa.
Y muchas más. Y las que vendrán. Aunque no sea un fenómeno frecuente. Se estima en cien años más o menos la frecuencia con que son detectadas.
Resumidamente habría que explicar que las supernovas aparecen en el final del ciclo vital de las estrellas. Pero para que este fenómeno se dé han de tener un mínimo de masa, de lo contrario, la fuerza gravitatoria que colapsa el astro y provoca la descomunal emisión de energía es insuficiente. El sol, por ejemplo, no tiene la masa necesaria para dar lugar a una supernova. Sí se puede dar en estrellas pequeñas cuando forman sistemas binarios, como si hubiera dos soles muy cercanos entre sí generando un campo gravitatorio común.
Cuando este estallido estelar va acompañado con la emisión de rayos gamma, la emision más poderosa que hay en el Universo, las dimensiones energéticas del fenómeno se magnifican sobremanera. Las distancias de seguridad cambian y se hace necesaria una mayor lejanía para eludir cualquier riesgo para el planeta. En la Vía Láctea hay una supernova que está al caer con una distancia segura para nosotros de momento, a miles de años luz. Es la llamada “Eta Carinae”. Pero si emitiera rayos gamma nuestra separación a ella sería insuficiente. La capa de ozono se destruiría y la catástrofe no podría ser evitada.  Pero una cosa nos salva. Estas radiaciones gamma no se dan en todas direcciones. La emisión se generaría como en dos conos opuestos de muy pocos grados de apertura. Por suerte para nosotros, según el eje polar de la estrella, no nos apuntan. Por ahí estamos salvados.
Yo  os animo desde aquí a quienes disfrutáis de la contemplación del cielo en las noches estrelladas a que no dejéis de mirar con atención hacia los astros. En cualquier momento puede aparecer un fulgor nocturno que os sorprenda. Como decía Jaume Sisa en su inolvidable canción, "Qualsevol nit pot sortir el sol" (Cualquier noche puede salir el sol).

(Mariano López- Acosta)

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