viernes, 18 de octubre de 2013

Joan Manuel Serrat

 EN EL AÑO 1969, a la vuelta de un viaje de trabajo a Barcelona, mi padre nos sorprendió con un regalo: una cassete de Joan Manuel Serrat. Yo tenía entonces once años y estaba totalmente ajeno al afaire eurovisivo del cantante catalán, de hecho no había oído hablar nunca de él. Con el viejo magnetófono Philips  que mi tío Guillermo nos había traído recientemente de Canarias, me puse a escuchar  las canciones de aquel desconocido: no tenía nada que ver con lo que sonaba en esa época ( Los Pekenikes, Los Brincos, Fórmula V, etc...). Fue un descubrimiento  esa forma de cantar, esas letras cargadas de poesía. Había diez canciones redondas, sin fisuras: La paloma, Poema de amor, Balada de otoño, En cualquier lugar, Mis gaviotas, Tu nombre me sabe a yerba, El titiritero, Poco antes de que den las diez, En nuestra casa, Manuel.

Obviamente era la percepción de un niño prácticamente, con unas interpretaciones por mi parte  bastante inmaduras de conceptos que se deslizaban en esas baladas que no capté realmente hasta pasados algunos años. Pero había algo en esas letras, en ese modo de decirlas, que a mí y a mis hermanos pequeños (a los que yo transmití ese interés, qué precoces debían de ser) nos marcó para siempre los gustos musicales. A estas alturas de mi vida escucho algunos de estos temas y me vienen a la memoria escenas familiares entrañables, inolvidables. Se puede decir que esa vieja cinta magnetofónica editada por la discográfica Zafiro fue una de las bandas sonoras sentimentales de mi familia...
  El interés por Serrat  estaba ya en marcha. Seguía con atención y dentro de mis posibilidades de entonces la obra del barcelonés.  Enseguida descubrí el disco dedicado a  Antonio Machado: no hacía más que confirmar las promesas de las primeras canciones. De paso me inició en la lectura del poeta de la generación del 98.  Qué bien ha envejecido todo este material... Lo escuchas cuarenta y tantos años después y sigue pareciendo un descubrimiento.

Mis recuerdos de adolescencia y primera juventud están asociados en muchas ocasiones a este manojo de canciones. Cuando me enamoraba de alguna chica, la audición de  Poema de amor hacía que todo cobrara entonces unos tintes sentimentales que ahora me hacen sonreír.
 Yo no sabía nada de las posibles influencias de otros artistas en la obra del Nano. No conocía la Chançon francesa (si es que esto tiene algo que ver) Yo percibía toda su obra como algo de una originalidad asombrosa. Y lo seguía confirmando continuamente: El llamado disco blanco de Serrat (parafraseando al de The Beatles) corroboraba  todas las expectativas con sus nuevas canciones:  Mi niñez, Señora, Cuando me vaya, Muchacha típica, Como un gorrión, De cartón piedra, Los debutantes, Fiesta, Si la muerte pisa mi huerto, Amigo mío.
        Y poco a poco fui investigando su obra en catalán  en la monolingüe Murcia (Reino de España) de esa época. Fue en el Corte Inglés, recién inaugurado. Había una mesa de audiciones. A una amable dependienta le llevaba el disco escogido del estante y con unos auriculares lo escuchaba.
Así conocí :
  Ara que tinc vint anys, La tieta, Balada per a un trobador, Una guitarra, Els vells amants, Cançó de bressol, El drapaire, La mort de l'avi, M'en vaig a peu, Els titelles, El testament d'Amèlia, La presó del rei de França, El comte Aranau, La cançó del lladre, L'estudiant de Vic, La dama d'Aragó, El ball de la civada, Cançó de batre, El rossinyol, La presó de Lleida, (las últimas diez, tradicionales catalanas), Com ho fa el vent, Paraules d'amor, La Carmeta, De mica en mica, En qualsevol lloc, Saps, Camí avall, L'olivera, Marta, Cançó de matinada, 20 de Març, Els veremadors, Conillet de vellut, El meu carrer, Bon dia, Cançó per a en Joan Salvat Papasseit, Quasi una dona, Temps de pluja,  Adéu, adéu amor meu i sort, Mare Lola...

(Continuará...)