Comienza con unos golpes secos del piano a
través de los cuales va avanzando el lamento del violoncello. A partir de ahí
se despliega una conversación entre los instrumentos en que se van sucediendo
todos los estado de ánimo imaginables, con abandono de las notas menores
iniciales para llegar a las mayores que transportan a la pura exaltación,
aunque siempre hay alguna voz que reconduce la melodía, torna el motivo inicial
y nos volvemos a sumergir en la pura tristeza elegante del comienzo.
Schubert nació y murió en Viena, muy
joven, con solo 31 años. Intentó vivir de la música pero jamás pudo estrenar ninguna
obra. Prácticamente consiguió sobrevivir con la ayuda de sus amigos, que lo
acogían en sus casas y lo protegían, conscientes de su inmenso talento, con
auténtica fraternidad.
La interpretación de su composiciones se
llevaban a cabo en las llamadas Schubertiadas, veladas musicales en los
domicilios particulares de sus incondicionales, en petit comité, en que se hacían lecturas literarias y se ejecutaba la música
del joven genio vienés.
Schubert llevó una vida genuinamente
bohemia. Frecuentar ciertos ambientes le llevó a contraer una sífilis que
terminaría con el tiempo por acabar con su vida.
A pesar de su corta existencia, la obra
que dejó es muy extensa. Consta que compuso unos 600 lieders, canciones
acompañadas al piano basadas en poemas musicados, en cuya creación era un
verdadero maestro.
Con Schubert arranca con fuerza el
Romanticismo musical a a pesar de que su obra recoge toda la herencia del
Clasicismo y lo clausura. Tras su muerte cae en el olvido y su memoria es
rescatada un siglo después. Sin duda alguna es uno de los grandes.
(Mariano López- Acosta)
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