Cuando los judíos fueron expulsados de
España, de Sefarad, y se fueron dispersando por Grecia, Turquía, Marruecos y
muchos otros países, llevaron consigo un yacimiento de tiempo, como
encapsulado, que cuando se contempla ahora produce la fascinación que provoca
una superposición imposible de planos temporales.
(No todos se fueron, de todas formas.
Muchos se quedaron -o nos quedamos ¿quién puede conocer su origen real a estas
alturas?- y eran los cristianos nuevos, los conversos.)
Ese depósito de siglos que conservaron
intacto quienes se fueron asentando por las riberas del Mediterráneo fue
destilado, con una dosis altísima de pureza, en las romanzas y canciones que se
cantaban en ladino en los patios, en las huertas, en los talleres, en las
calles ...
En esos temas musicales tradicionales se
hablaba de los"bilbilicos" (ruiseñores) que cantan y suspiran de
amor, de la doncella que cuenta sus
cuitas amorosas a su hermana, del enamorado que pasa por la puerta de su amada,
la encuentra cerrada y más tarde cantará "la llavedura yo besí como besar
tu cara", del temor o de la amenaza de "echarse a la mar", es
decir, a la "muerte" en la simbología de estas antiguas cantigas, de
la malcasada que descubre el amor camino de la fuente, del enredo en tono
jocoso en el que se dice "el marido por la puerta y el mozo por la
ventana...", (aquí, en un vodevil descacharrante, el amante se esconderá
en un arca donde hay pimienta, estornudará y el marido preguntará quién ha
sido, la mujer saldrá del paso afirmando que ha sido "el gato de la vecina
que los ratones caza"...); hay
nanas, canciones religiosas, la célebre referida al legendario rey Nimrod,
antagonista y perseguidor de Abraham, ya desde que éste estaba en el vientre de
su madre. Y cada una de estas cantigas emprende líneas con variaciones
referenciadas a su localización geográfica en las que cambia el acento según
sean del mundo oriental (con los potentes focos de Esmirna, Rodas, Tesalónica...), en que la lengua se conserva con más pureza, o del norte de África más influidas
por el español actual y más desvirtuada respecto a la original.
Yo descubrí la canción sefardí a través
del gran folclorista, etnógrafo e investigador de cultura tradicional Joaquín
Diaz. Sus versiones suelen ser muy sencillas y muy fieles, dan una idea muy
fidedigna de todo este mundo antiguo y milagrosamente bien conservado. Pero si
indagas mínimamente puedes descubrir que las aproximaciones a un mismo tema
pueden ser de una variedad enorme, los estilos a la hora de interpretar una
canción cambian de continuo y esto le da una riqueza singular a todo este
repertorio.
Hay muchas versiones instrumentales
también de estas cantigas y además algunos cantantes se acercan a ellas desde
la música culta y otros desde el ámbito más popular. Incluso he oído versiones
auténticamente pachangueras de alguno de los temas más clásicos del repertorio.
Yo desde aquí os invito a que descubráis
este continente sumergido de la Edad Media de España que se conserva
prácticamente intacto en muchas de sus vertientes. Seguro que no os va a
defraudar.
(Texto: Mariano López-Acosta)
Comentarios
Publicar un comentario