El 24 de noviembre de 1968, después de
estar formados en fila en el patio para entrar a clase tras el recreo, tomó la
palabra el hermano Luis Fermín y nos indicó que tras recoger nuestras cosas nos
marcháramos a casa. El motivo era que acababa de fallecer, casi centenario, don
Ramon Menéndez Pidal, el director de la Real Academia Española. He de reconocer
que no fueron el dolor y la tristeza precisamente aquel día los sentimientos
que nos embargaron a mis compañeros y a mí por la muerte de aquel a quien
consideramos un Matusalén del que no habíamos tenido noticia hasta ese momento.
Salimos en desbandada, Malecón adelante, celebrando eufóricos ese día libre que
nos habíamos encontrado de forma tan sorpresiva. Estábamos al comienzo del
segundo curso del bachillerato y yo tenía 11 años recién cumplidos.
Luego el tiempo pasó, fuimos dejando atrás
la niñez, llegamos a Sexto y entonces
nos tocó cursar la asignatura de Literatura universal, lo cual implicaba
hacerse de una serie de libros necesarios para llevar a cabo las imprescindibles
lecturas preceptivas para sacar adelante dicha materia.
Yo frecuentaba a tal fin una librería
llamada Biblión, en la calle Pascual, frente a los antiguos almacenes Coy. Allí
descubrí un buen día la colección Austral, un proyecto editorial mediante el
cual Espasa llenó las estanterías de un considerable fondo bibliográfico.
Cierta tarde de otoño encontré, entre
otros volúmenes de esa inmensa lista de obras, un libro de Ramón Menéndez Pidal
titulado " Miscelánea histórico- literaria". Al verlo me vino
a la memoria aquella lejana fecha en que nos fuimos del colegio tan contentos
sin terminar las clases. Sin dudarlo, adquirí ese ejemplar y me lo llevé a casa
con toda la curiosidad del mundo. Aún me recuerdo caminando por la plaza de
Santa Isabel, de regreso a mi domicilio -en aquel atardecer frío en que de vez
en cuando alguna castañera ofertaba su mercancía- deseando llegar a mi habitación
para comenzar a descodificar el libro.
(Después de aquel primer volumen vendrían más
adquisiciones de este maestro. Todavía las conservo en buen estado, como se
puede apreciar en las imágenes que aparecen en el enlace que hay al final de
este texto. Son parte esencial de mi biblioteca.)
Pocas
referencias tenía por aquel entonces de Menéndez Pidal. Lo asociaba a esos
viejos sabios distraídos, con aspecto decimonónico y susceptibles de ser
encajados en un cliché muy típico de aquellos años, muchas veces cercano a la
caricatura, como los que salían en algunas películas o inclusive en las
historietas de Tintin. Pero pronto me di cuenta de que estaba ante un personaje
que se había pasado toda la vida investigando, con una pasión que no era de
este mundo, una época que a mí a esas alturas me fascinaba: la Edad Media.
(Yo tenía mitificado ese periodo de la
Historia desde que en la niñez me hice asiduo lector de los tebeos del Capitán
Trueno. Supongo que eso le pasaría a más
chavales de mi generación. Saber de esas aventuras con castillos, torneos,
doncellas, caballeros, etc a esa edad tenía una magia especial.)
Luego
supe que este titán de la erudición había buceado a pulmón por lo más profundo
de nuestros siglos altomedievales desencriptando una Historia y una Literatura
que hasta entonces eran un continente sumergido. Los restos del naufragio que
habían llegado a la playa desde esas centurias eran manuscritos -algunas veces
hallados al azar- de una precariedad desmoralizante, leyendas que se
entreveraban con la Historia dando lugar a puntos ciegos en que era sumamente
complicado discernir la realidad de la ficción. Él fue quien pacientemente, en
el silencio de los archivos y las bibliotecas, fue reconstruyendo el Relato -
como se dice ahora- de esa época "enorme y delicada" (Verlaine dixit)
La
Épica medieval, la Gramática histórica, el Romancero, el Cid... múltiples
vertientes de esos siglos con una historiografía tan precaria las iba
desentrañando pacientemente este sabio mientras viajaba recorriendo los pueblos
de Castilla, las iglesias, los archivos, desempolvando códices y legajos,
escudriñando y asociando elementos hasta
que arrojaran alguna luz, acudiendo a los veneros más puros de la literatura
popular cuales son las gentes que en su labor diaria todavía cantaban los
viejos romances seculares, al tiempo que
dirigía la Real Academia Española, ejercía desde su cátedra su fructífera labor
docente y académica y creaba una escuela con discípulos que continuaran su
labor investigadora.
Y
el Cid... Su pasión cidiana le llevó a realizar su viaje de novios junto con su
mujer, María Goiri, recorriendo los lugares y parajes por los que pasó el héroe
medieval muchos siglos atrás. Es la llamada ruta del Cid. No es casualidad
tampoco que a su hija le pusiera el nombre de Jimena, el mismo que llevaba la
mujer del personaje histórico. Él fue, en definitiva, quien fijó la historia
deslindándola de la literatura y de la tradición para dar una visión científica
en torno a la existencia del guerrero de Vivar, el mismo que había sido
trasunto de leyendas plasmadas en un cantar de gesta y en los romances.
Todavía recuerdo las fotografías en que
aparece, en un descanso del rodaje, junto con algunos protagonistas de la
película El Cid, de Charlton Heston y Sofía Loren. Ese héroe medieval rescatado
de la leyenda y fijado en la Historia al fin y al cabo era en cierto modo una
criatura suya. La sola y fugaz presencia del maestro en alguno de los momentos
del rodaje ya prestigiaba sobremanera ese film.
Era una referencia mundial en algunas
materias sobre las que sus dictámenes eran incuestionables.
Siguió
trabajando en sus investigaciones y proyectos hasta una avanzadísima edad. Es
digna la fotografía en que aparece encaramándose a la escalera para acceder a
las estanterías más altas de su biblioteca cuando frisaba ya los 95 años.
(También esa imagen aparece en el enlace que pongo más abajo).
Tan fructífera y dilatada vida se apagó un
día de noviembre de 1968, a punto de cumplir el siglo, horas antes de que el
hermano Luis Fermín nos comunicara, en una luminosa mañana, que recogiéramos
nuestras cosas y marcháramos a casa.
(Texto: Mariano López-Acosta)
(Texto: Mariano López-Acosta)
(Imagen de Ramón Menéndez Pidal
María Goyri en viaje de novios. Fuente:
De Desconocido -
http://picasaweb.google.es/olivarchamartin/RamNMenNdezPidal/photo#5086026152828469954,
Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2618659
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