El polémico retrato que de Stalin hizo Picasso


  El 5 de marzo de 1953 fallecía Stalin. Todavía no había sido sometida su figura a ningún tipo de revisionismo  por parte de las masas y las élites comunistas,  tanto a nivel soviético como en el ámbito internacional. Años más tarde, bajo el mandato de  Nikita Jrushchov, comenzaría su proceso de desacralización y se iría conociendo de manera descarnada la cruda realidad de sus años de gobierno. Bueno, todo esto ya es historia conocida. 
  Pero recién fallecido, el “padrecito”Stalin, el líder de los desheredados y los parias de la Tierra, el titán que cargaba sobre sus espaldas la emancipación de tantas y tantas víctimas de la cruel explotación del hombre por el hombre, era un personaje a punto de subir a los altares y ser canonizado por esa iglesia laica que para muchos era el Partido Comunista. El sincero dolor por su pérdida, la sensación de horfandad en que parecían quedar las masas proletarias y humildes de todo el mundo era un clamor que atronaba las sedes, las fábricas, los círculos intelectuales, etc. 
  Es el caso que había en Francia una revista cultural muy próxima, por no decir dependiente, del Partido Comunista Francés. Se llamaba “Lettres Françaises”. Era la vanguardia del pensamiento, las artes -la cultura en general- de la izquierda francesa. La dirigía un conspicuo intelectual, poeta surrealista y a la vez militante comunista  llamado Louis Aragon. Esta publicación tiró la casa por la ventana para enaltecer la figura del líder soviético desaparecido y darle una despedida acorde con su imponente estatura política e histórica.  Así pues, Louis Aragon recurrió a Picasso, el gran icono de la pintura del siglo XX, militante comunista también, para ilustrar con su genio el número especial dedicado a Stalin. Un titán visto por otro titán.

A los diez días del fallecimiento vió la luz un número de “Lettres Françaises" con un retrato del líder soviético realizado por el gran malagueño universal que removió los cimientos del establishment comunista. No se trataba de una imagen propia del realismo socialista precisamente. Parecía más bien la caricatura de “ un chulángano con aficiones de quinqui” en palabras del periodista Feliciano Fidalgo escritas muchos años después. 
 El escádalo fue descomunal. Esa especie de caricatura fue considerada muy poco respetuosa con quien tanto fervor despertaba entre las masas comunistas. Semejante sacrilegio, tamaña irreverencia era inimaginable. Las iras primeras se dirigieron curiosamente contra Aragon por publicar tal ofensa al gran líder. Terminó haciendo una dolorosa autocrítica para lavar su pecado
 ¿Y Picasso? Picasso era Picasso. Realmente estaba perplejo. A esas alturas de su proceso creativo ciertamente no era muy esperable que se despachara con una reproducción de Stalin propia del realismo socialista. Pero su apuesta era  muy osada. Demasiado osada para la "iglesia" y la "liturgia" del comunismo previo al revisionismo catártico sobre Stalin que vendría años después.

(Texto: ©2018  Mariano López- Acosta Abellán)

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