Jean-Léon Gérôme plasmó en su
abundantísima obra una serie de escenas de la Antigüedad clásica y de un Oriente idealizado,
envuelto en un halo de lejano exotismo. No hacía más que poner imágenes
a toda una corriente del arte y de la literatura llamada Orientalismo. Era la
visión occidental de un universo al que se le asignó su propia y
peculiar “poética”. Ya decimos, su obra
fue muy copiosa y trató muchos temas. Fue un ferviente academicista, muy
ortodoxo y tradicional pictóricamente hablando, lo cual le hizo diferir enormemente de los representantes de otras corrientes artísticas
más avanzadas y rompedoras, como la del Impresionismo.
Una visita a Estambul en 1875 -seguida
de sucesivas estancias en esa ciudad- le proporciona a JLG una gran fuente de inspiración para numerosas obras.
Muestra por aquel entonces un interés especial
por la villa de Brousse. Allí visita los baños, donde encuentra los escenarios para el
interior de su “Grande piscine”. Bajo la gran cúpula del siglo XVI, obra
atribuida al arquitecto Sinan, da rienda suelta a su idea de la sensualidad con
una serie de desnudos que nos hacen imaginar la vida cotidiana, y a la vez antigua, idealizada y voluptuosa, en los baños de un harén de un -para el observador occidental de la época, en la que no había "tour-operadores", ni selfies desde el Patio de los Leones de la Alhambra- exótico y
lejano país. "La Grande Piscine de Brousse". (1885). Jean-Léon Gérôme.
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