"La pintura muestra el momento en el que Tobías, siguiendo las instrucciones del ángel, arranca el corazón y las entrañas de un enorme pescado para curar con ellas la ceguera de su padre (Libro de Tobías: VII, 15). Detrás se abre un paisaje en el que destaca un caudaloso río que discurre en diagonal por detrás de las figuras. El celaje ocupa las tres quintas partes de la pintura y se inicia en la parte alta con un intenso azul, concluyendo en la línea del horizonte con un tono más rojizo, otorgando a la composición un ambiente de ensoñación poética ajeno hasta entonces a la pintura de Lorena. "
"John Smith (1837), Marcel Roethlisberger (1961) y con ellos toda la crítica posterior, han dedicado múltiples argumentos a probar que esta pintura había sido concebida como pareja del Embarco de Santa Paula Romana (P2254), y que ambas se enfrentaban a la supuesta pareja formada por Moisés salvado de las aguas (P2253) y el Entierro de Santa Serapia (P2252). A favor de esta hipótesis alegaron una larga lista de contrastes que, pretendidamente, constituyen pruebas irrefutables de la conveniencia de establecer dicha asociación. No obstante, son muchos más los argumentos que pueden esgrimirse en favor de un emparejamiento distinto, que relaciona, por una parte, a las dos santas del cristianismo primitivo (Paula Romana y Serapia), y por otro las dos escenas bíblicas (Tobías y Moisés). En favor de este emparejamiento habla, en primer lugar, el carácter especular de las composiciones, donde los elementos principales que se observan en un cuadro encuentran su equivalente en su pareja. Así, en favor de esta asociación de los cuadros de Tobías y Moisés puede alegarse la semejante disposición de las figuras que intervienen en la narración, en un plano único, próximo al espectador; la existencia de un río que discurre en diagonal; la incorporación en ambas composiciones de elementos menores que humanizan el paisaje, como el torreón o el puente; la línea del horizonte, situada a la misma altura en ambos casos y, finalmente, las masas arbóreas que cerrarían sus extremos. Los elementos principales que definen esta composición no se encuentran en obras anteriores o posteriores de este artista, a excepción de la torre ruinosa que se observa en la margen izquierda del río, también visible en su Paisaje con la Huida a Egipto (1639, Notre Dame, Ind., University Art Gallery; Roethlisberger 1961). Lorena trató en escasas ocasiones el tema de Rafael y Tobías y nunca como aquí se presenta, el momento en el que el niño arranca las entrañas del pez en busca de los remedios para la enfermedad del padre. En ocasiones posteriores, este y otros temas semejantes (Agar y el ángel, San Juan Bautista entre ángeles) fueron abordados por el artista francés de manera más amable, en ocasiones como un auténtico paisaje pastoril, de forma más próxima a su sensibilidad artística. Como sucede con el resto de las pinturas correspondientes a la llamada segunda serie para el Palacio del Buen Retiro, se conserva en el Liber Veritatis (núm. 50) un dibujo que apenas presenta variantes respecto al cuadro del Prado. Porta una inscripción en la que se hace constar que se trata de un encargo para Felipe IV. A pesar de las vacilaciones que muestran los inventarios históricos del Museo del Prado, no hay razón alguna para dudar de la atribución a Lorena de las figuras.
La formidable campaña de adquisiciones de obras de arte organizada por el conde-duque de Olivares en los años cuarenta del siglo XVII para decorar los amplios espacios del palacio del Buen Retiro de Madrid incluía un número muy notable de paisajes. No podemos precisar cuántos de ellos, poco menos de doscientos, fueron comprados en Flandes o en España, ni cuáles procedían de colecciones particulares o de otros Reales Sitios, pero podemos establecer con certeza, gracias a las obras que se conservan en el Museo del Prado y a los documentos localizados hasta la fecha, que el palacio del Buen Retiro se enriqueció con numerosos paisajes pintados para la ocasión por artistas activos en Roma.
Se encargó como mínimo, una serie de veinticuatro paisajes con anacoretas y una decena de paisajes italianizantes, obras de gran formato realizadas por diferentes artistas. Sólo una parte de estas pinturas han llegado hasta nosotros y en la actualidad se conservan principalmente en el Museo del Prado."
"Encargadas entre 1633 y 1641 en Roma, estas pinturas de paisaje componían, una vez expuestas en el Buen Retiro, una temprana antología de ese nuevo pintar del natural que, en años venideros, exportaría a gran parte de Europa una nueva sensibilidad hacia los efectos lumínicos y la atmósfera de la campiña romana, lo que representaba uno de los muchos aspectos de la clasicidad "(Texto extractado de Úbeda de los Cobos, A.: Roma: Naturaleza e ideal. Paisajes 1600-1650, Museo Nacional del Prado, 2011, p. 198; Capitelli, G. en Úbeda de los Cobos, A.: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 241).
"El Arcángel Rafael y Tobías". Claudio de Lorena
(1639 - 1640). Óleo sobre lienzo, 211 x 145 cm. Museo del Prado. Madrid.
(1639 - 1640). Óleo sobre lienzo, 211 x 145 cm. Museo del Prado. Madrid.
De Claudio de Lorena (1604/1605–1682) - Galería online, Museo del Prado, Dominio público, $3
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