Poco después de la muerte de Jesús la incipiente comunidad de sus seguidores se circunscribe, bajo la autoridad de Pedro, a Jerusalén y Galilea, más abierta ésta a influencias exteriores. Los primerísimos cristianos son, pues, judíos. Jesús no había renegado en realidad de la Ley de Moisés aunque hubiera criticado la hipocresía que se daba a la hora de cumplirla. Para muchos, el Cristianismo era una secta más dentro del universo judáico.
Luego se verá que termina gripando entre la comunidad hebrea, se estanca y se propaga con más fortuna entre los gentiles. Surgirá entonces, como veremos, entre otras cosas, la controversia de si éstos estarán obligados a circuncidarse como seguidores que son del Mesías, un judío que además venía de la casa de David. Mientras los cristianos que han permanecido en Jerusalén ven ineludible esta práctica para los que se acercan a la nueva fe procedentes del paganismo, los judeocristianos de la Diáspora, más abiertos y tolerantes, dispensan de ésta y otras obligaciones de la compleja ley mosáica a los gentiles que se inclinan a profesar la nueva religión.
Pablo es consciente de que el Cristianismo sólo será posible si se abre al mundo de los no hebreos. Si se desjudaiza. Viaja a Corinto y recibe hospitalidad de un matrimonio, Aquila y Priscila, y durante más de un año convive con ellos y se gana la vida trabajando las pieles para hacer tiendas, al igual que sus anfitriones. (En el argot de los misioneros ha quedado la expresión "hacer tiendas " como sinónimo de trabajar).
Cuando intenta hacer proselitismo en la sinagoga es rechazado con cajas destempladas. Es entonces cuando se abre al gentilato y descubre el potencial de Corinto como caja de resonancia del cristianismo. Una urbe abierta a los cuatro puntos cardinales, encrucijada de viajeros, mercaderes, marinos, pícaros, prostitutas, patricios romanos, élites griegas, gentes de mil lenguas y mil religiones que diseminan la nueva fe de Cristo por todo el Mediterráneo oriental.
Cuando a Pablo le llegan noticias de Jerusalén, de los judeocristianos que siguen a Pedro y Santiago y que conminan a los gentiles de Corinto a circuncidarse y seguir la ley de Moisés, rompe amarras con ellos en cierto modo y se abre más todavía a la evangelización del mundo pagano olvidando sus raíces israelitas. Surgirá un cristianismo paulino universalizante que postergará al judaico y este último poco a poco se irá agostando.
Es posible que sin el empuje de aquel perseguidor que se cayó del caballo, el Cristianismo tal como lo entendemos no existiría, sería otro muy diferente. Y hay quien dice que en cierto sentido se apropió y procesó el mensaje de Cristo según su particular visión. Que de alguna manera lo secuestró y lo manipuló.
También habría que ver si la expansión universal de aquel movimiento surgido en Oriente Medio, después de la muerte de aquel judío que predicaba la religión del amor, no muy conocido fuera de Palestina y que fue ejecutado de manera infame por los romanos , habría sido posible sin los viajes de este titán del proselitismo y la propaganda. Quizá sin la singular apertura a todo el orbe del antiguo y arrepentido fariseo de Tarso, el Cristianismo sería ahora una anecdótica y minoritaria secta judía.
(Texto: Mariano López-Acosta)
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