Es
bien sabido que el tránsito de los Austrias a los Borbones en España trajo
consigo unos cambios sociológicos muy explícitos y significativos. Si ya de por
sí el siglo XVIII es el siglo de la Ilustración, de las sociedades secretas, de
los orígenes del cientifismo, de la observación de la Naturaleza para extraer
consecuencias empíricas susceptibles de ser llevadas a la categoría de teorías
incontrovertibles, del triunfo absoluto de la Razón, etc. todo esto, para
más inri, se acompaña en España de un cambio de la dinastía reinante que
traslada su centro de gravedad ideológico hacia una visión más francesa e
italiana de los comportamientos sociales sobre todo en los estratos más
elevados de la población.
Esta centuria es también la de la eclosión
del anticlericalismo llevado a cabo con una mayor o menor militancia pero
afirmado ya sin ambages y sustanciado en una literatura subterránea que fluye
prácticamente hasta nuestros días con épocas, por supuesto, de mayor o menor
ocultación. Habrá también mucho poemario erótico-satírico
clandestino pero que se propagará como la pólvora por todos los mentideros de
la corte. Aunque en realidad no hay nada nuevo bajo el sol puesto que ya en el
siglo XIV el Arcipreste de Hita fustigaba a los clérigos que "al fin por
dinero otorgan los perdones, absuelven los ayunos y ofrecen oraciones...",
y nos daba muy sabrosos consejos para conseguir a la "hembra
placentera".
Todo este caldo de cultivo se traducirá
también en una relajación de las costumbres y en una cierta apertura de la
siempre precaria libertad de movimientos de la mujer. No olvidemos que en
Francia fueron damas liberales de la aristocracia las que promovieron los
"salones" que serían con el tiempo el germen de la Ilustración.
Una literatura jocosa que satiriza la
rijosidad de los lúbricos frailes que atestaban los conventos, que glosa el
ingenio de los amantes para burlar al confiado y pánfilo marido, que describe
enredos terminados en alegres coyundas, etc. se presta a ser acometida por las
mejores plumas que pueblan el Parnaso de aquel tiempo.
Así pues, algunos de los
grandes escritores del XVIII -para muchos, por otra parte, una de las
épocas menos brillantes de la literatura española- dedicaron parte de su mejor
inspiración a la creación de obras de carácter erótico con no poco ingenio.
Uno
de los ejemplos más representativas de este tipo de creaciones literarias lo
constituye el libro de Samaniego titulado “El jardín de Venus”.
(Texto: Mariano López-Acosta)
Comentarios
Publicar un comentario