Según la Ciencia, quien busca su sustento sobre la mesa de
este magnífico restaurante playero es un descendiente (filogenéticamente
hablando) de los dinosaurios terópodos. Se conoce que éstos tuvieron más suerte
con el meteorito.
Por cierto, en este establecimiento, al mismo tiempo que disfrutas de
sabrosas viandas -buenos pescados, arroces en su punto, postres más caseros que
industriales...- tienes el privilegio de ver el mar y acordarte de Serrat
("Quizá porque mi niñez sigue jugando en tu playa...").
Mientras, cuando ya
los comensales van abandonado el local, alguno de los más osados supervivientes
de la gran extinción - estos pequeños dinosaurios que ahora son gorriones,
pardales- sale de su pequeño parque jurásico de las dunas y se mete en
territorio comanche para buscarse la vida. Como la fortuna favorece a los audaces (audentis fortuna iuvat, Virgilio dixit), este paseriforme consiguió su objetivo y logró llevar a cabo una de las dos acciones a que están obligados por naturaleza todos los seres vivos antes de irse de este mundo, dicho en palabras del Arcipreste de Hita: "...el sustentamiento y haber juntamiento con hembra placentera..." Se supone que la segunda acción la culminaría poco más tarde.
(Texto: Mariano López-Acosta)
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