sábado, 13 de abril de 2019

“Muerte y funeral de Sigfrido” de Wagner y el hipotético gasto en relajantes musculares del director Georg Solti



 No podemos negar que el pasaje wagneriano correspondiente a la Muerte y funeral de Sigfrido tiene una intensidad dramática muy poco habitual. Esos toques con arco secos y cortante de los contrabajos con sus intensísimos silencios -seguidos de un tutti orquestal de los metales abrumador, apocalíptico, casi inesperado- constituyen la tormenta perfecta, sobrecogen y dan cuenta fidedigna del drama que se desarrolla en estado puro sobre el escenario. Después, las tubas Wagner-diseñadas expresamente por el compositor alemán buscando un color sombrío y lúgubre que no encontraba en la extensa paleta orquestal-, mientras merodean a la espera de otra tormentosa descarga orquestal, crean un presentimiento de tragedia irremediable, de negros presagios que se cumplirán inexorablemente.
 También es evidente que la implicación emocional de algunos directores de orquesta con esta partitura adquiere tintes que rayan en lo excesivo, casi en lo surrealista. Hay grabaciones en que Klaus Tennsstedt está al borde de las lágrimas, que termina por no reprimir, mientras dirige apesadumbrado, inconsolable, a la Filarmónica de Londres. Al verlo conducir a la orquesta dan ganas de acercarse, pasarle un pañuelo a él y darle un sentido pésame.
 Pero quien raya en un auténtico tremendismo, casi en lo esperpéntico a la hora de dirigir esta partitura wagneriana, es el húngaro nacionalizado británico Georg Solti.
 Solti fue uno de los grandes. Registró muchos discos para la compañía discográfica Decca. Fue de los primeros en grabar óperas completas en estudio. Precisamente en Youtube circula una de estas sesiones de grabación de Solti, supongo que de los años sesenta, del referido pasaje de Sigfrido.  Pues bien, no os la perdáis si queréis ser testigos de la expresión corporal más excesiva y casi cómica que se haya visto jamás en un director de orquesta. Los aspavientos que hace, los compulsivos y bruscos movimientos, con inclinaciones corporales que se acercan a los 90º, parecieran indicar que sufre una crisis epiléptica muy mal medicada. Si vemos este vídeo descontextualizado pensaríamos que es la imitación de un humorista haciéndose pasar por director de orquesta. Suponer que su forma de conducirse en las casi doscientas cincuenta grabaciones que hizo para Decca fueran de este tenor supone deducir un gasto inmenso en relajantes musculares, antiinflamatorios, masajistas y fisioterapeutas. Aunque quiero imaginar que esto solo le pasaba cuando dirigía el impresionante “Muerte y funeral de Sigfrido”.

(Texto: Mariano López-Acosta)




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