-Póngame dos kilos de naranjas y doscientos gramos de fresas...
Estamos tan acostumbrados a manejar las unidades
y magnitudes que cuantifican las cosas en nuestra vida cotidiana que rara vez
reparamos en que estas medidas son una convención totalmente artificial que nos
hemos dado para poder organizar el mundo.
Ya fue un adelanto inmenso el establecimiento a
nivel global del Sistema Internacional de Unidades. Hasta ese momento cada cual
iba por libre, hacía de su capa un sayo y así unos hablaban de celemines,
arrobas, leguas, etc, y otros de pintas, libras, pulgadas, pies,
millas, etc, etc. Desde entonces,
un metro es un metro aquí y en la China y un kilo es un kilo en Groenlandia o
en Singapur.
Estas reflexiones me hacía yo mientras pesaba en el supermercado
algunas verduras que había ido a comprar. Porque,
y ésta es la pregunta clave, ¿qué es en realidad un kilo? ¿Por qué abarca lo
que abarca, ni más ni menos? Bueno,
parafraseando a Bujarin Boskov, aquel entrenador del Real Madrid que dijo
aquella genialidad de "fútbol es fútbol", nosotros podríamos decir
"un kilo es un kilo". Y no hay más.
La unidad fundamental de masa sobre la que
descansan todas las mediciones que podemos imaginar en todo el orbe se
refiere a un objeto, a una muestra patrón que está custodiada en las cercanías
de París como si del Santo Grial se tratase. Ahora mismo es la única referencia
mundial oficial que nos puede testificar legalmente lo que es un kilogramo de
masa. Podemos decir lo que son dos kilos de patatas porque tenemos esa
referencia en Francia. En último extremo es lo único que puede atestiguar de
manera absoluta que lo que llevamos en la bolsa a la salida de la tienda pesa
lo que pesa.
Se trata de un cilindro fabricado en el siglo
XIX a partir de una aleación de platino-iridio y que se oculta en un sótano
cercano a París donde permanece cerrado bajo tres llaves, custodiada cada una
de ellas por una persona diferente. Es el llamado Prototipo de Kilogramo Internacional
(IPK). En contadísimas ocasiones se ha abierto la estructura en forma de
campana que protege a este objeto tan singular. Está bajo la jurisdicción
de la Oficina Internacional de Pesos y Medidas radicada en Francia.
Hay varias réplicas fidedignas de este cilindro
oficial repartidas en otras localizaciones.
La alarma ha saltado al comprobarse que ha
habido una variación de unos 50 microgramos en los últimos cien años. Decía
bromeando hace poco William Philips,
nobel de Física en 1997 (que investiga actualmente sobre una referencia menos
arbitraria para definir el kilogramo) que si tomaba entre sus manos el cilindro
de París y lo ensuciaba, aumentando levísimamente la masa del cilindro, todos
adegazaríamos inexorablemente. Este científico, como decimos, está estudiando la
forma de describir esta unidad mediante algún sistema natural que le otorgue
una referencia absoluta e invariable y no dependiente de un patrón u objeto
físico.
Esto ya
se consiguió con el metro. El metro legalmente se definía por la longitud de una barra de platino-iridio que se encontraba custodiada en París por la Oficina Internacional de Pesos y Medidas . En 1983 pasó a ser oficialmente
la distancia que recorre la luz en 1/299.792.458 segundos. Ya no dependía la
legalidad internacional de un objeto físico sujeto a alteraciones y protegido
como si fuese la Piedra Filosofal sino de una constante natural totalmente
invariable cual es la velocidad de la luz.
A pesar de eso supongo que mucha gente que se
acerca a una báscula para pesarse estaría encantada si el kilogramo de platino
iridiado de París aumentara de masa por la causa que fuera.
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
aaa
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