"Noble viuda romana y madre de cinco hijos, Santa Paula decidió retirarse en el desierto y abandonar su vida mundana para dedicarse a la oración y a la penitencia. En el año 385 dejó Roma acompañada de su hija Eustoquia y llegó hasta Antioquía, donde se reunió con San Jerónimo, con el que emprendió una vida eremítica. La pintura de Lorena muestra el momento de su partida, ambientada en una recreación fantástica del puerto de Ostia.
Las escenas de puerto constituían en 1639-1640 uno de los temas favoritos de Lorena y su inclusión en la serie del Retiro permite sospechar que el artista gozó de cierta libertad en el tratamiento de los asuntos representados. En la pintura del Prado se observan buena parte de las características habituales de este género, como la intensa luz dorada que ciega al espectador desde el último plano de la composición o la secuencia de edificios que, en ciertos casos, remiten a modelos reales como la Villa Medici o el faro de Génova, el cual constituye en este caso la última referencia arquitectónica en la línea del horizonte. Frente a otras vistas de puertos, en esta el tema alcanza un gran desarrollo, forzando la presencia de un extenso primer plano en el que se sitúa la comitiva que despide a la santa. Su presencia quizás no convenció totalmente al artista (o a futuros clientes), como podría pensarse por las soluciones buscadas en ocasiones posteriores, como en el Puerto con el embarco de Santa Úrsula (1641, Londres, National Gallery) o en el Puerto con el embarco de la reina de Saba (1648, Londres, National Gallery) donde el tema principal perdió protagonismo. Trató en otra ocasión el mismo asunto aprovechando, invertido, el grupo de Santa Paula y su familia, aunque varió completamente el tamaño, el formato y la arquitectura (1648-50, Épinal, Musée Départamental d` Art Ancien et Contemporain).
Habitualmente este cuadro se entiende como pareja de El Arcángel Rafael y Tobías (P02255), aunque Úbeda propone asociarlo con el Entierro de Santa Serapia (P02252), con el que mantiene grandes semejanzas. Por una parte, ambos representan historias relativas a santas romanas del cristianismo primitivo dedicadas a la vida eremítica. Por otra, contienen indudables similitudes compositivas. Además, la monumental ambientación se impone a su naturaleza religiosa y por ello parecen propuestas especialmente indicadas para un ambiente palaciego. Y, finalmente, en los dos casos se trata de escenas muy poco habituales, causa probable de la inclusión de dos inscripciones que aclaran su auténtica naturaleza.
Hasta ahora no ha sido posible establecer satisfactoriamente la relación entre la pintura del Prado y una versión reducida de la misma, que se encontraba también en la colección de los reyes de España (1642, hoy en Reino Unido, colección del duque de Wellington; Roethlisberger 1961). Su cronología parece algo tardía para incluirla en el proyecto del Retiro. Esto mismo, y que nada aporta a la galería de paisajes (por tratarse de un tema ya representado a través de otro cuadro de mayor importancia), permite sospechar que se trataba de una pintura llegada a España durante el reinado de Felipe V, junto con el Paisaje pastoril, 1642, de la misma propiedad y procedencia (Reino Unido, colección del duque de Wellington; Roethlisberger 1961), y, quizás, como se ha supuesto, el resto de las pinturas de Lorena de menor tamaño que se conservan en el Prado.
La formidable campaña de adquisiciones de obras de arte organizada por el conde-duque de Olivares en los años cuarenta del siglo XVII para decorar los amplios espacios del palacio del Buen Retiro de Madrid incluía un número muy notable de paisajes. No podemos precisar cuántos de ellos, poco menos de doscientos, fueron comprados en Flandes o en España, ni cuáles procedían de colecciones particulares o de otros Reales Sitios, pero podemos establecer con certeza, gracias a las obras que se conservan en el Museo del Prado y a los documentos localizados hasta la fecha, que el palacio del Buen Retiro se enriqueció con numerosos paisajes pintados para la ocasión por artistas activos en Roma.
Se encargó como mínimo, una serie de veinticuatro paisajes con anacoretas y una decena de paisajes italianizantes, obras de gran formato realizadas por diferentes artistas. Sólo una parte de estas pinturas han llegado hasta nosotros y en la actualidad se conservan principalmente en el Museo del Prado.
Encargadas entre 1633 y 1641 en Roma, estas pinturas de paisaje componían, una vez expuestas en el Buen Retiro, una temprana antología de ese nuevo pintar del natural que, en años venideros, exportaría a gran parte de Europa una nueva sensibilidad hacia los efectos lumínicos y la atmósfera de la campiña romana, lo que representaba uno de los muchos aspectos de la clasicidad."
(Texto extractado de Úbeda de los Cobos, A.: Roma: Naturaleza e ideal. Paisajes 1600-1650, Museo Nacional del Prado, 2011, p. 196; Capitelli, G. en Úbeda de los Cobos, A.: El Palacio del Rey Planeta. Felipe IV y el Buen Retiro, Museo Nacional del Prado, 2005, p. 241).
Hacia 1639. Óleo sobre lienzo, 211 x 145 cm. Museo del Prado. (Madrid).
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