En este cuadro, que se encuentra en la Antigua Galería Nacional de Berlín, se muestra un velada musical en la que el rey de Federico II de Prusia interpreta un concierto de flauta. Se trata de un hecho histórico que en realidad había tenido lugar un siglo antes de la , en 1750, en Sanssouci.
Son muchas las anécdotas que nos presentan al monarca prusiano como un consumado flautista. En una de ellas se cuenta que al principio de su reinado el joven rey viajó a Holanda y adelantándose a su cortejo se hizo pasar por músico. Bajo esta identidad, llegado a una posada de Ámsterdam pidió unas empanadas y la posadera, ante las dudas que le generaba su probable insolvencia económica, se mostró remisa a servírselas. Entonces sus acompañantes le hicieron saber que se encontraba ante un virtuoso de la flauta cuyo desempeño le hacía obtener muy pingües beneficios. A continuación Federico II ejecutó una pieza y fascinada por la belleza de su interpretación, la posadera no tardó ni un segundo en meter las empanadas en el horno.
Esta y otras anécdotas nos indican el aprecio del que gozaba como flautista en ese tiempo el monarca prusiano.
Observando el cuadro descubrimos cómo los caballeros invitados al concierto permanecen de pie, pues no podrán tomar asiento hasta que no lo haga antes el rey. La mujer sentada bajo la lámpara es la hermana de Federico, Guillermina, tres años mayor que él y que le había servido de refugio en la infancia ante la brutal severidad de su padre Federico Guillermo I, el Rey Soldado. A la izquierda en el sofá se encuentra otra hermana, Amalie. Quien toca el clavicémbalo es Carl Philipp Emanuel Bach, que nunca fue tratado con magnanimidad por el monarca. Por otra parte, la presencia de cuatro mujeres no significa ningún acercamiento del rey al género femenino. A diferencia de la mayoría de los gobernantes de la época Federico no dispuso de ninguna amante. Por otra parte, obligado a contraer matrimonio por su padre para asegurar la sucesión había terminado repudiando a su mujer, que residía en Berlín mientras él permanecía generalmente en Postdam.
A quien únicamente parece que le tenía alguna estima era al hombre que aparece a la derecha levemente apoyado en la pared: su profesor de flauta, Johann Joachim Quantz.
Menzel intenta con este cuadro ofrecer una imagen idealizada del pasado alemán por una serie de razones políticas muy concretas. Desde la humillación sufrida a manos de las tropas napoleónicas a principios de siglo el pueblo germano buscaba su camino y éste no acababa de cristalizar. La reciente y fallida revolución de 1848 había dejado un poso muy amargo. El pintor vuelve la mirada a lo que considera una época gloriosa del pueblo alemán y pone el foco en Federico II de Prusia, el rey músico, susceptible de ser idealizado por los decaídos alemanes del siglo XIX. Pero este monarca en realidad hablaba y escribía en francés y menospreciaba la lengua y la literatura germanas...
(Texto: Mariano López)
(Texto: Mariano López)
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