"Apología de Raimundo Sabunde". Michel de Montaigne.

  Pierre Bunel (1499- 1566), un humanista de Toulouse, visita al padre de Michel de Montaigne y como obsequio por la hospitalidad de éste le hace donación de un libro: Theologia naturalis sive liber creaturarum, magistro Raimondi de Sabonde.
 

Según la descripción del autor de los célebres "Ensayos", la obra está escrita en "un español enriquecido con giros latinos". Finalmente, por propio deseo de su padre, Michel de Montaigne la traduce al francés.¿Quién era Raimundo Sabunde? Se sabe que vivió entre 1385 y 1436 y que nació en Barcelona. Ejerció la medicina aunque lo que le confiere un histórico reconocimiento es su labor como teólogo ejercida en la Universidad de Toulouse, en concreto al desarrollar y articular los conceptos propios de la Teología natural en contraposición a la Teología revelada. Es decir, Raimundo Sabunde intenta armonizar fe y razón.
 A raíz de la traducción de esta obra, Michel de Montaigne escribe esta Apología de Raimundo Sabunde que en realidad constituye el capítulo XII del Libro II de los Ensayos. Aquí, el escritor francés describe y hace toda una exégesis de las argumentaciones del teólogo. Pero conforme avanza la lectura, contradictoriamente, las conclusiones a las que va llegando Montaigne van divergiendo de las principales tesis de Raimundo Sabunde. Así, el autor galo termina por no aceptar que la sola razón opere como único motor que nos pueda acercar a Dios y regresa al convencimiento de que el camino que nos lleva a aceptar su existencia tiene que basarse también en el ineludible concurso de la fe, con lo que de salto en el vacío ésta conlleva, postura más meritoria si cabe cuanto que en ella descansan no poca dudas y posibles asechanzas de deserción. Hay quien describe como desconcertante esta "Apología" pues parece rebatir a quienes se oponen a las tesis de Sabunde más luego disiente de algún modo de ellas a lo largo del desarrollo de sus razonamientos.
 Como suele suceder en otras de sus creaciones, el texto está profusamente salpicado de citas latinas de autores clásicos como forma de apuntalar su escritura. Párrafos telegráficos de Virgilio, Lucrecio, Tíbulo, Juvenal, Marcial, Horacio, Ovidio, Cicerón, Tito Livio, Séneca, Tácito, Salustio, etc, jalonan continuamente las páginas de este volumen. Solo por la lectura exclusiva de estas citas descontextualizadas del espíritu general de la obra valdría la pena ojear con interés este libro.
 El cual descubrí hace un tiempo en una caja del trastero después de algún traslado, en una labor de pura arqueología. Según la anotación que hice en su momento en la hoja en blanco del principio (también llamada, por cierto, tradicionalmente "página de cortesía o de respeto"), lo adquirí en Murcia el 5 de octubre de 1986.
(Mariano López-Acosta)

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