En un minúsculo planeta olvidado en la
inmensidad de los espacios siderales, ínfima partícula flotante al albur de
atracciones gravitatorias en una galaxia situada en los confines del Universo,
parece ser que hace algunos miles de millones de años varias moléculas
complejas se fueron ensamblando y formaron otra supermolécula de cadena
larguísima que contenía un macrocódigo que al traducirse daba lugar a algo raro
y excepcional, algo muy difícil de describir y que parece mágico y milagroso:
la vida.
Estos macrocódigos (ADN, ARN) al
traducirse, daban lugar a organismos vivos que compartían de forma universal
los mismos elementos (cuatro concretamente) pero combinados de diferente
manera.
La supermolécula fue mutando, adaptándose
a los cambios para progresar y la mota de polvo suspendida en el vacío se fue
poblando de seres vivos perdidos en la inmensidad del Cosmos. Uno de los
organismos más perfeccionados fue el correspondiente a un primate llamado
científicamente Homo Sapiens, en el cual la complejidad neuronal llegó a cotas
de excelencia, lo cual le permitió un enorme desarrollo, algo descompensado
quizá en sus expectativas con lo que el planeta era capaz de ofrecer en cuanto
a encaje proporcionado a una evolución tan vertiginosa.
También circulaban trozos pequeños de ese
macrocódigo envueltos en cáscaras o cortezas microscópicas, con una capacidad
de mutación descomunal. Y esos pequeños fragmentos de ADN o ARN encapsulados
(los virus) llevaban unos códigos dispuestos para engañar a las células del
Homo Sapiens que los consideraban como propios y a los que les daban
hospitalidad. Esto es una guerra de inteligencias a nivel molecular con llaves
formadas por proteínas que abren puertas secretas a impostores maliciosos, con
emboscadas y rebeliones, con motines de enemigos emboscados que intentan
hacerse con el control de la maquinaria celular para dar golpes de mano y
dominar la situación antes de que la guardia pretoriana del señor del castillo
asaltado toque a rebato y tras cruenta batalla expulse al taimado invasor. Cosa
que a veces no sucede, es entonces cuando vencen los malos.
Mientras, las esferas siderales siguen sus
trayectorias inalterables, la sinfonía cósmica se sigue desarrollando
grandiosa, ajena a minúsculas batallas invisibles. Los agujeros negros continúan
devorándolo todo, insaciables. Y yo sigo toda la tarde sentado en un sillón
leyendo un libro y sin salir a la calle.
(Texto: Mariano López-Acosta)
(De NASA/JPL-Caltech/ESO/R. Hurt - http://www.eso.org/public/images/eso1339e/, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28274906)
(De NASA/JPL-Caltech/ESO/R. Hurt - http://www.eso.org/public/images/eso1339e/, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28274906)
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