Los colores del uniforme del equipo por esa
época eran: camiseta roja, pantalón azul y medias negras con vuelta roja. Era
prácticamente igual al de la selección, sólo que en esta última la vuelta de
las medias era de los colores de la bandera nacional.
El recuerdo más nítido de esas tardes de domingo lo
constituye la imagen de la oleads de gente que avanzaba por la calle camino
del campo y un inconfundible aroma a humo de puro. La entrada al recinto era
todo un espectáculo, sobre todo al acceder a la grada y ver el césped, con los
jugadores calentando con el sonido de fondo de la megafonía que mostraba la
publicidad sencilla y casi naif de aquella época.
Y luego, una vez comenzado el partido,
eran dignas de escuchar las broncas del público por una decisión arbitral
adversa, las ovaciones ante un alarde de pundonor de algún jugador, las
exclamaciones cardíacas ante lo que parecía un gol inminente que luego no lo
era, los murmullos en medio de un silencio general cuando el equipo rival metía
el balón entre los tres palos...y, cómo no, el estallido, el éxtasis total,
cuando el Murcia hacía algún gol.
La comparación con el Elche era sangrante
para el Real Murcia. El cuadro alicantino se estabilizó en primera por esa
época y llegó a tener un equipo espléndido, con algún jugador que incluso
debutó en su momento con la selección. Menudo grupo: Pazos, Ballester, Iborra,
Canós (creo que fue éste el internacional), Lico, Llompart, Vavá.... Por Lico
pagó el Español de Vilá-Reyes, antes de que estallara el caso Matesa, una
cantidad de dinero que pulverizó el record de fichajes de la época.
Todavía recuerdo la alineación del Real Murcia
de esos años. La digo de memoria, sin consultar nada, igual me equivoco en
alguno:
José Luis Borja (portero que fue fichado por el
Madrid alguna temporada después); Robles, Maraver, Rebellón; Silvio, Erviti;
Juan Antonio (éste jugó luego en el Atlético de Madrid y en el Sevilla, creo),
Illán, Colón, Lalo y Serafín (el capitán).
(Las alineaciones de entonces se recitaban en
base a un tres, dos, cinco. Es decir, tres defensas, dos medios y cinco
delanteros. Se sabían de carrerilla. Recuerdo muchas de primera división de
esos años)
Cuando acababa el partido, muchas veces con la frustración
de un mal resultado, llegaba de golpe la melancolía de la tarde del domingo y
esa oleada de gente tan animosa de los momentos previos al espectáculo
regresaba taciturna y en silencio a sus casas, con la sombra del lunes
planeando ya sobre sus cabezas y tratando de asimilar el último traspiés del
Real Murcia.
Quizá ese ánimo
podía levantar el vuelo si antes de llegar al hogar se daba la feliz
circunstancia de que los pies se encaminaran, como el que no quiere la cosa, a
Bonache, Barba, Ignacio o tantos otros buenos sitios, para resolver de paso la
cena familiar.
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
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