La escena la recuerdo como si fuera ayer. A la mesa, con la familia a la hora de la comida del mediodía.. Los vasos con vino y sifón o agua de litines. Las paredes cubiertas de papel pintado. En la tele, en blanco y negro, por supuesto, el telediario. Aparecía una noticia sobre Bernardette Devlin, una activista defensora de los derechos de los católicos de Irlanda del Norte. Poco a poco llegaban los deportes y entonces un periodista bajito, de voz aflautada y ataviado con una trenka, entrevistaba a pie de campo a Amancio que, sin ser Pau Gasol precisamente, le sacaba una cabeza. Este periodista no era muy famoso entonces, pero con el tiempo sería el sumo sacerdote de la radio deportiva, Jose María García, Supergarcía, el Butanito.
Y luego aparecía un señor de una seriedad a prueba de bomba pertrechado de un mapa y una especie de batuta. Y comenzaba a decir palabras, muy raras entonces pero que con el tiempo han ido haciéndose familiares a fuerza de sonar como una especie de mantra: “isobaras”, “anticiclón”, “altas presiones”, “nubosidad variable”... Yo me preguntaba, como si intentara descifrar un enigma imposible de resolver:¿Cómo contará los chistes este señor? Era Mariano Medina, el pionero de los “hombres del tiempo”.
Luego comenzaba la telenovela, alguno de los infinitos capítulos de El Conde de Montecristo. Para entonces ya nos habíamos calzado las botas katiukas, y cubiertos con los impermeables, mis hermanos y yo enfilábamos el camino del colegio, Malecón adelante.
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
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