jueves, 24 de noviembre de 2016

La leyenda de María Magdalena según una pintura del Trecento




El desembarco de santa Magdalena en Marsella (hacia 1310)
Maestro de santa Magdalena (discípulo de Giotto).
Fresco en la capilla de la Magdalena. Asís, San Francisco. Basílica inferior.

"El maestro de la Capilla de la Magdalena supo encauzar su arte de forma que se condensaran los diversos escenarios de la narración de un viaje en el amplio paisaje de una sola imagen. El elemento más importante, en el que se centra la atención, es la barca de cascarón curvo y exageradamente abultado, carente de remos y velas, que parece ir a la deriva alejándose de los abruptos acantilados hacia el puerto situado a la derecha; va como remolcada por dos ángeles que, suspendidos en el aire y antecediéndola, parecen tirar de sendas maromas invisibles. De forma similar, según la leyenda, María Magdalena y su séquito fueron apartados de las costas de Asia Menor y arrastrados por designio divino hasta arribar a Marsella. Ambos ángeles, identificados como pilotos celestiales por su posición sobre la torre del faro, realizan precisamente la maniobra de separarse, dirigiéndose el del fondo hacia la ciudad, mientras que el delantero inicia una amplia curva, cuyo objetivo -a juzgar por la dirección de su mirada- es la pequeña isla rocosa situada a la izquierda, en primer término. Esta maniobra, que se desarrolla precisamente sobre la bahía del puerto, tiene su paralelismo visual en la curva que describen las líneas del macizo rocoso del fondo. El ondulado contorno del cabo situado en el plano posterior y el movimiento paralelo al mismo que describen los minúsculos porteadores hacen desviar la mirada hacia la ciudad. A su vez, los contornos de la parte delantera de la costa hacen volver la mirada hacia la isleta desprovista de vegetación, a la que se dirige el ángel delantero. Esta duplicidad en la divergencia de las líneas directrices refleja la dualidad de trayectos propia de la leyenda. El principal de ellos finaliza en Marsella, donde María Magdalena se asentó y logró con su predicación convertir al propio gobernador (su imagen sentada en la barca y reconocible por el nimbo tiene la mirada fija en la ciudad). El trayecto secundario lo constituye el viaje emprendido por el gobernador, ya casi convertido, y por su esposa embarazada hasta Roma (con el fin de recoger allí un escrito de manos de San Pedro que acreditaba a María Magdalena) y el milagro que se produjo por el camino (la mujer del gobernador dio a luz y murió en el viaje de ida, fue depositada con el neonato en una isla y encontrada a la vuelta por su marido en el momento en que se levantaba de su lecho de muerte). Coincidiendo con el hecho de que en la "isla de la muerte" se hizo escala tanto a la ida como al regreso, el fresco presenta además de una dirección de lectura que parte de la ciudad y se dirige a la isla, otra inversa, que arranca del ángulo inferior izquierdo de la composición. El significado secundario de dicha dirección de lectura se manifiesta en lo casi imperceptible de sus elementos más relevantes; el observador que sigue las líneas directrices lo percibe sólo cuando llega a posar su mirada en la isleta: descubre entonces un barco atracado en la orilla izquierda de la misma, con las velas ya arriadas y del que desciende un hombre que se identifica como el gobernador. Apegándose fielmente a la leyenda, de su brazo extendido huye el niño -que entre tanto ha cumplido dos años- hacia su madre, cuya doble silueta tiene la curiosa propiedad de reproducir a la vez el cadáver envuelto y la mujer que resucita con la cara descubierta.
 Este fresco es el ejemplo por excelencia de la pintura "erudita". Aunque el tema en sí, inspirado en el texto de una leyenda, hubiera bastado para crear todo un ciclo y llenar con él la capilla, gracias a la hábil disposición de los detalles del lugar y de la acción reduciéndolos a un espacio mínimo, el fresco logra evocar los elementos principales de la historia y conferirles el mismo sinuoso recorrido de que se sirve la mano de Dios para realizar los grandes milagros mediante la intercesión de los santos. Su ejecución implica un trabajo intelectual previo, que se realizó simultáneamente tanto en el plano filológico como en el meramente visual ."
  Alexander Perrig y otros.  "El arte en la Italia del Renacimiento". Editado por Rolf Toman. (Ullmann)

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