Breve noticia de un libro:
Somos lo que somos merced a una serie de hechos que fueron dejando su impronta y moldeando la idiosincrasia de la comunidad. Las procesiones de Semana Santa, las romerías subiendo a las distintas vírgenes a sus correspondientes santuarios y montañas sagradas, el culto a los santos, la paganización de advocaciones y devociones... Son una serie de fenómenos que arrancan desde finales de la Edad Media (y algunos desde mucho antes) que han ido moldeando la memoria colectiva del pueblo, entroncando la religión con lo popular hasta llegar a muchas actitudes sociológicas que todos reconocemos hoy en día. Que sean propias en muchos casos de una sociedad que se identifica con un estado moderno, laico y aconfesional plenamente, ya sería tema de otro debate (muy pertinente, por cierto). Con su descomunal erudición, Julio Caro Baroja, el sobrino del novelista Pío Baroja, analiza las diversas vertientes del hecho religioso en la España de los Austrias, la de la Contrarreforma, en los siglos XVI y XVII.
En un volumen plagado de notas a pie de página, el gran investigador de las raíces culturales españolas estudia y disecciona todas las proyecciones provocadas por la religiosidad de la época en los diferentes ámbitos y expresiones de la sociedad de aquellos tiempos
Libro apasionante desde el punto de vista antropológico e histórico, tiene la virtud de mostrarnos la trascendental influencia del fenómeno religioso en nuestro país.
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
En un volumen plagado de notas a pie de página, el gran investigador de las raíces culturales españolas estudia y disecciona todas las proyecciones provocadas por la religiosidad de la época en los diferentes ámbitos y expresiones de la sociedad de aquellos tiempos
Libro apasionante desde el punto de vista antropológico e histórico, tiene la virtud de mostrarnos la trascendental influencia del fenómeno religioso en nuestro país.
(Texto: © Mariano López A. Abellán)
Julio Caro Baroja: "Las formas complejas de la vida religiosa (Religión, sociedad y carácter en la España de los siglos XVI y XVII)".
A continuación viene la transcripción de algunos textos entresacados de este volumen. Éstos, por cierto, están plagados de citas a pie de página que aquí se omiten.
A continuación viene la transcripción de algunos textos entresacados de este volumen. Éstos, por cierto, están plagados de citas a pie de página que aquí se omiten.
" LA RELIGIOSIDAD DEL LABRADOR. (...) Este texto de Covarrubias lo expresa "Se dize no sólo el que actualmente labra la tierra, pero el que vive en la aldea; porque las aldeas se hizieron para que en ellas se recogiesen con sus bueyes, mulas y hato los que labravan las tierras vezinas, y concurriendo muchos en un puesto hizieron los lugares y aldeas; y comúnmente los que viven en ellas se ocupan poco o mucho en cultivar la tierra y labrar los campos". Es decir, que hay una caracterización según la cual la forma de vivir en espacios determinado, con animales y tierras está prefijada y establecida.(...). Un texto que viene a condensar muchos pensamientos tópicos de éstos acerca de la significación del labrador en el estado o república, se halla en el Tratado del Príncipe cristiano, del padre Rivadeneira, en el capítulo que se titula "Que el príncipe debe procurar que su reino sea rico y abundante, y que los labradores y mercaderes sean favorecidos". Allí se puede ver la esencia de la concepción antigua, medieval también; el labrador esforzado será más propio para la milicia, en caso de guerra, que el mercader: menos apegado éste a la tierra, con bienes portátiles y mudables, según la conveniencia. Platón, Cicerón, Virgilio, etc, serán las autoridades antiguas de Rivadeneira. Las Partidas, como texto medieval, y el portugués Jerónimo Osorio, como autor más moderno, del que el jesuita hacía gran caso.
El labrador -otro tópico- es más puro de costumbres e inocente. Unido a este se halla el de que en los pueblos grandes, villas y ciudades hay mucha corrupción, especialmente sexual; en las aldeas no se conoce tanta malicia. Se indicará esto al final de El Crotalón, con referencia a Valladolid, al parecer. La idealización del amor campesino en las comedias posteriores a este texto es algo conocidísimo. El "beatus ille" tiene también muchas formas de expresión renacentista. Oigamos a fray Antonio de Guevara cantar la vida de aldea: "...el día de la fiesta repica mucho el sacristán, riega el día antes la iglesia, empina cuando tañe las campanas, canta a su hora la missa, viste sobrepelliz el sacristán, hinche y alimpia la lámpara, dan pan bendito el domingo, echan las fiestas de entresemana, declara el cura el Evangelio, descomulgan a los que no han diezmado, hazen después de missa concejo, matan para los enfermos carnero, vístense los sayos de fiesta, offrecen aquel día todos, juegan a la tarde al herrón, tocan en la plaza el tamborino, bailan las moças so el álamo, luchan los moços en el prado, andan los mochachos con cayados, visitanse los desposados; y aun si es la vocación del pueblo, no es mucho que corran un toro". La religiosidad unida a la sencillez y a la comodidad. Hablaríamos también de primigeneidad. Lo más antiguo es lo mejor con arreglo a pensamientos de moralistas muy viejos. La nuestra es la Edad de Hierro, lo mismo en el poema de Hesíodo, que en el discurso de Don Quijote; en el siglo VII a. de J.C. que a fines del siglo XVI o comienzos del XVII, o aun después. Si la vida del campo es la "vida antigua", como creen varios poetas renacentistas, claro que estará relacionada con la inocencia primitiva, e incluso con la abundancia, que otros tipos de vivir."
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