El Caballero de la Carreta, un "roman courtois".


CHRETIEN DE TROYES: “EL CABALLERO DE LA CARRETA”



(He intentado hacer un breve comentario de este libro pero el interés que despierta en mí toda esta temática ha ido tirando del hilo y esto se ha alargado más de lo previsto, por lo que he tenido que poner un "continuará" y cortar en seco. Felicito a quien tenga la paciencia de leer toda esta explicación hasta el final)

Muchos historiadores consideran que en el siglo XII se dio lo que podríamos considerar un tímido ensayo del Renacimiento. Hubo que esperar sin embargo para algunos siglos después, Peste Negra y Guerra de los Cien Años mediante, la eclosión por todos conocida que transformó la Historia.
Hay que decir que en esta centuria hubo algunos fenómenos culturales muy interesantes. Uno de ellos fue el nacimiento del universo artúrico, auténtico río literario que no ha dejado de acrecentarse prácticamente hasta nuestros días constituyendo una de las corrientes de fondo más potentes de la cultura occidental. El aluvión de manifestaciones de todo tipo a que ha dado lugar es inmenso. La literatura, la pintura, la música, el cine, el cómic... en todos esos ámbitos ha ido aflorando el copioso caudal de las leyendas artúricas.
Pero volvamos al siglo XII. En ese tiempo se daba en Europa una situación geopolítica muy interesante. Había en el norte de Francia un enclave donde los vikingos se habían establecido tras una de sus incursiones en el continente y tras pactar con la monarquía francesa. Allí fundaron el ducado de Normandía.  Posteriormente invadieron Inglaterra derrotando a los sajones en 1066 en la batalla de Hosting. Se erigió pues en la isla una dinastía de monarcas normandos que impusieron el francés como lengua oficial de la corte y oprimieron a la población sajona.
Uno de los reyes ingleses, Enrique II, normando por su madre, Matilde, y heredero por vía paterna de todos los territorios de la casa nobiliaria francesa de los Plantagenet, vasallos a su vez del rey de Francia, acrecentó sus inmensos territorios al despojarse con Leonor de Aquitania. Si digo que esta dama había contraído y anulado nupcias previamente con el monarca galo para casarse después con el Plantagenet, la historia se va a convertir en un auténtico culebrón que me está desviando del tema que quería acometer al principio.
Enrique II se vio heredero de unos territorios inmensos que llegaban desde los límites con Escocia hasta los Pirineos. Era lo que los historiadores modernos conocen como el Imperio Angevino. Como rey de Inglaterra era par del monarca francés. Pero como noble con tierras que ocupaban casi media Francia, era su vasallo. Toda esta situación se enmarañaría hasta dar lugar a la Guerra de los Cien Años dos siglos después.
Una de las obsesiones de los anglonormandos dominadores de Inglaterra era la de buscar legitimización ante el irredentismo que enarboló la oprimida población sajona (recordemos, por ejemplo a figuras novelescas como Ivanhoe, Robin Hood, etc paladines contra los “injustos” invasores continentales...).
En realidad, los sajones también habían sido unos usurpadores en su momento. Tenemos que remontarnos al siglo V para tener noticia de cómo ese pueblo germánico había pasado a la isla desde el Continente derrotando a los autóctonos de aquel tiempo, los celtas britanos.
Pues bien, en esos antiguos pobladores de la isla se miraron los normandos para legitimarse como ingleses.
Desde muchos siglos atrás circulaban leyendas célticas que hablaban de un mítico caudillo que habría luchado heroicamente contra los invasores sajones. Estas leyendas habían impregnado el folklore britano y hablaban de glorias pasadas y de un legendario rey, Arturo, alrededor del cual la tradición oral había forjado todo un corpus preliterario.

 Pues bien después de este preámbulo, quizá más extenso que el  motivo que lo ha originado -el breve comentario de un libro-, seguiremos diciendo que hay un punto cero en el arranque y formación del inmenso caudal artúrico. En 1136, un clérigo galés, Geoffrey de Monmouth, escribe en latín Historia regum Britanniae, el primer documento en que podemos acotar el arranque de la singladura del legendario rey y sus caballeros.
A partir de aquí esta temática se extiende por la literatura europea de forma  imparable originando auténticas obras maestras. Y llegamos después de esta quizás no demasiado breve introducción al libro que quería comentar, El caballero de la carreta de Chretien de Troyes, "roman" en verso construido en torno a la figura de Lancelot, uno de los personajes arquetípicos de la "materia de Bretaña". Se puede considerar un monumento literario de la Francia del Siglo XII, máximo exponente del "amor cortés" -tan en boga por esos tiempos- aplicado a las letras.
El ciclo artúrico da aquí uno de sus frutos narrativos más conseguidos. El estilo y el arte de relatar rayan a tal altura que podemos considerar este "roman courtois" una obra de madurez de las letras francesas de su tiempo.
  Fue un discípulo de Chretien de Troyes quien al parecer escribió la parte final del libro, extremo que plantea algunos interrogantes no resueltos.
Ante lo extenso de este preámbulo, dejo para otro momento el comentario propiamente dicho de este libro.
(Continuará)
(Mariano López-Acosta)

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