“Sir Isumbras vadeando el río” (1857). John Everett Millais


 La del pulpo le cayó al bueno de John Everett Millais -en unos momentos en que su órbita alrededor del prerrafaelismo era cada vez más excéntrica- cuando presentó esta obra en la Academia. La crítica se ensañó con él a cuenta de los defectos compositivos y de la fallida narrativa de este relato llevado al lienzo. Un crítico de nuestro tiempo lo define como el fragmento de un sueño en que el contexto se desvanece pero queda abierto de par en par, de ahí su enorme interés.
 La pintura describe un episodio de la vida de Sir Isumbras, el protagonista de un romance medieval escrito en inglés medio que recogía una historia popular cantada y recitada en muy variadas versiones.
 La narración tendría un fondo moral basado en la asunción de las desdichas con resignación cristiana y tiene su centro de gravedad en El libro de Job. Es un canto a la paciencia, definida ésta como una virtud religiosa y un camino de salvación y acercamiento a Dios en la apologética de ese tiempo. También entronca con la leyenda de San Eustaquio, de similares reminiscencias.
(Sir Isumbras es un joven y rico caballero casado con una hermosa dama y padre de tres hijos. Cierto día, mientras cabalga por el bosque, un pájaro enviado por Cristo le lleva un mensaje divino en el que se le hace saber que ante su olvido de Dios ha de cumplir una gran penitencia. Pero se le da a elegir entre cumplirla en la juventud o en la vejez. Prefiere dejar la felicidad para las postrimerías de su vida y elige la primera opción. En ese mismo momento muere su caballo, los perros y el halcón lo abandonan, todas sus propiedades son devastadas por las llamas y se ve pobre y desamparado junto a su mujer y sus tres hijos.
A partir de ahí los acontecimientos se disparan y los elementos fantásticos se adueñan por completo de la narración. Un león y un leopardo se llevan respectivamente a los dos hijos mayores del héroe. Sir Isumbras viaja entonces hacia el mar junto a su vástago menor y su esposa. Allí, ésta será raptada por un sultán que comanda una escuadra sarracena, no sin que  antes ella consiga dejar a su esposo el oro que llevaba envuelto en un paño. Después, un unicornio raptará al menor de sus hijos y un pájaro le robará el oro.
Durante siete años aprenderá el oficio de herrero hasta conseguir fabricarse una armadura. Armado con ella derrotará al sultán, que había entrado en batalla con un rey cristiano. Éste, en agradecimiento, le ayudará a curar sus heridas recluyéndole en un convento de monjas. Una vez sanado, Sir Isumbras peregrinará por mar a Tierra Santa. Allí hará penitencia por siete años hasta que un ángel le anuncie que sus pecados han sido ya perdonados. Arribará después a un castillo en que vive una reina que le da cobijo. Un buen día el caballero descubre en un nido  el oro que le fue arrebatado. Lo esconde bajo su lecho hasta que los esbirros sarracenos de la soberana reparan en el tesoro y es denunciado ante quien en realidad era su esposa. Se reconocen entonces y se vuelven a unir. Él proclama el cristianismo para su nuevo reino y eso le enfrenta, con la sola ayuda de la reina, a un numeroso ejército. En el momento de la batalla ambos se ven auxiliados por tres caballeros que aparecen de súbito montados respectivamente en un león, un leopardo y un unicornio. Son en realidad sus tres hijos. La familia se alza con la victoria. Más tarde conquistarán otros tres reinos en los que serán entronizados los hijos de Sir Isumbras. Al final cuando les llega la muerte las almas de los cinco volarán hacia el cielo.)
  En esta narración, como digo muy popular en su época, se hace una alabanza implícita, entre otras cosas, del amor a la familia y de la humilde aceptación de la voluntad divina.  Es un cántico a la resignación como loable virtud cristiana. Era una forma didáctica de reforzar los paradigmas de la época al mismo tiempo que se procuraba entretenimiento a la gente que, en las frías noches de los inviernos ingleses, escuchaba este romance popular junto al fuego.  J. E. M. Retoma este episodio para su obra y el posible mensaje moral y estético que intenta comunicar con su propuesta queda quizá debilitado ante la cascada de críticas que suscita. Pero yo creo que al contemplar ahora esta pintura la imaginación sigue su propio rumbo y nos lleva por territorios literarios no explorados.

(Texto: Mariano López- Acosta)

Sir Isumbras vadeando el río (1857) 
John Everett Millais (Southampton, (Reino Unido), 8 de junio de 1829 – Londres, 13 de agosto de 1896)

De John Everett Millais - http://www.victorianweb.org/painting/millais/paintings/22.html, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2116726

[“(…). Sin embargo, precisamente en la época en que Millais estaba apartado de la órbita prerrafaelita, produjo un reducido grupo de pinturas que revisten el mayor interés desde el punto de vista del presente estudio. Sir Isumbras vadeando el río (1857) es, de todas esas obras, la que menos éxito tuvo pero acaso la más interesante. Cuando se expuso en la Academia, cayó sobre ella un diluvio de improperios, los cuales no se dirigieron tanto a sus manifiestas torpezas compositivas, cuanto al hecho de que parecía prometer al espectador una narración que, cuando se contemplaba el cuadro de cerca, no había modo de hallar. Sir Isumbras es como un fragmento de sueño. El contexto se ha desvanecido al dormirse, en la oscuridad, y se nos invita a aportar el nuestro propio.”]
     (El Arte Simbolista. Edward Lucie-Smith. Ediciones Destino).

Comentarios