jueves, 18 de octubre de 2018

El Rococó: la alta burguesía accede al arte.



"El hecho de que la evolución del arte cortesano, casi ininterrumpida desde el fin del Renacimiento, se detenga en el siglo XVIII y se disuelva por obra del subjetivismo burgués que domina incluso nuestra concepción artística contemporánea es generalmente conocido, pero es menos evidente la circunstancia de que ciertos rasgos de la nueva orientación existen ya en el Rococó y de que la ruptura con la tradición cortesana acaece propiamente en ese momento. (...).
 El Rococó no es un arte regio, como lo era el Barroco, sino un arte de la aristocracia y de la alta clase media. Los patronos privados desplazan a los reyes y a las ciudades de la actividad constructora, y en vez de castillos y palacios se construyen hôtels y petites maisons; al frío mármol y al pesado bronce de las estancias solemnes se prefieren la intimidad y la gracia de los cabinets y boudoirs; el colorido serio y solemne, el castaño y la púrpura, el azul oscuro y el oro se sustituyen por los claros colores al pastel, por el gris y el plata, el verde reseda y el rosa. (...).
 La cultura epicúrea del Rococó, con su sensualismo y su esteticismo, está entre el estilo ceremonial del Barroco y el lirismo romántico. La nobleza cortesana glorificaba todavía bajo luis XIV un ideal de vida heroico y racional, aunque en realidad no vivía en su mayor parte sino para sus placeres. La misma nobleza profesa bajo Luis XV un hedonismo que corresponde también al concepto del mundo y al tono de vida de la rica burguesía. La expresión de Talleyrand  -"Quien no ha vivido antes de 1789 no conoce la dulzura de la vida"- puede darnos una idea de la existencia que llevaban estas clases dominantes. Por "dulzura de la vida" se entiende, naturalmente, "la dulzura de las mujeres"; ellas son, como en toda cultura epicúrea, la diversión preferida. El amor ha perdido tanto su "saludable" impulsividad como su dramático apasionamiento; se ha hecho refinado, divertido, dócil, y ha pasado de ser una pasión a ser una costumbre. Se quiere siempre y sobre todo ver desnudos; el desnudo viene a ser el tema preferido de las artes plásticas. Donde quiera que se mire, en los frescos de las estancias palaciegas, en los gobelinos de los salones, en las pinturas de los "boudoirs", en los grabados de los libros, en los grupos de porcelana y en las figuras de bronce de las chimeneas, se ven por todas partes mujeres desnudas, turgentes muslos y caderas, senos al aire, brazos y piernas en abrazo estrecho, mujeres con hombres, y mujeres con mujeres, en variaciones sin número y repeticiones sin fin. El desnudo en el arte se ha hecho tan habitual que las "ingenuas" de Greuze producen una impresión erótica simplemente porque están vestidas. (...).
 El Rococó desarrolla una forma extrema de "el arte por el arte"; su culto sensual de la belleza, despreocupado por la expresión espiritual, su lenguaje formal alambicado, virtuosista, cuidado y melodioso, sobrepasan todo alejandrinismo. Su "el arte por el arte" es hasta cierto punto más auténtico y espontáneo que el del siglo XIX, pues no es un mero programa ni una mera exigencia, sino la actitud espontánea de una sociedad frívola, cansada y pasiva, que quiere descansar en el arte. El Rococó representa la última fase de una cultura social en la que el principio de la belleza predomina de manera absoluta y en la cual lo "bello" y "artístico" son todavía sinónimos. En la obra de Watteau, de Rameau y de Mariveaux, en incluso en la de Fragonard, Chardin y Mozart, todo es bello y melodioso. En Beethoven, Davis y Delacroix ya no ocurre así; el arte se vuelve activo, combativo y el afán de lo expresivo viola la forma. Pero el Rococó es también el último estilo universal de Occidente; estilo que no sólo tiene validez general y que se mueve en todos los países de Europadentro de un sistema uniforme, sino universal también en el sentido de que es bien común de todos los artistas bien dotados y puede ser aceptado por ello sin oposición. Después del Rococó no hay canon formal alguno, ya no hay una dirección estilística de validez general semejante."
    
(Historia social de la literatura y el arte. Arnold Hauser. Edit. Guadarrama/Punto Omega)

Desnudo en reposo: retrato de Mademoiselle Louise O'Murphy (1751),
Alte Pinakothek de Múnich.
François Boucher (París, 29 de septiembre de 1703 – ibíd. 30 de mayo de 1770) 

  De François Boucher - Own Work, photo taken by Cybershot800i, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16074644      
      


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