viernes, 19 de octubre de 2018

Fútbol en la Condomina


Desde muy pequeño comencé a frecuentar el campo de la vieja Condomina para ver al Real Murcia. Me llevaba mi padre al principio. Incluso a partidos matinales de las divisiones inferiores.
 Los colores del uniforme del equipo por esa época eran: camiseta roja, pantalón azul y medias negras con vuelta roja. Era prácticamente igual al de la selección, sólo que en esta última la vuelta de las medias era de los colores de la bandera nacional.
 El recuerdo más nítido de esas tardes de domingo lo constituye la imagen de la oleads de gente que avanzaba por la calle camino del campo y un inconfundible aroma a humo de puro. La entrada al recinto era todo un espectáculo, sobre todo al acceder a la grada y ver el césped, con los jugadores calentando con el sonido de fondo de la megafonía que mostraba la publicidad sencilla y casi naif de aquella época.
 Y luego, una vez comenzado el partido, eran dignas de escuchar las broncas del público por una decisión arbitral adversa, las ovaciones ante un alarde de pundonor de algún jugador, las exclamaciones cardíacas ante lo que parecía un gol inminente que luego no lo era, los murmullos en medio de un silencio general cuando el equipo rival metía el balón entre los tres palos...y, cómo no, el estallido, el éxtasis total, cuando el Murcia hacía algún gol.

Normalmente, el balance deportivo final del club era muy mediocre, para qué engañarnos. Yo me tiré toda mi infancia soñando con ver al Real Murcia en primera pero no pudo ser. Mi padre me tuvo que llevar a Elche, al campo de Altabix, para poder ver al Madrid ye-yé (el de los Pirri, Amancio, Velázquez, Gento, etc, etc...)
 La comparación con el Elche era sangrante para el Real Murcia. El cuadro alicantino se estabilizó en primera por esa época y llegó a tener un equipo espléndido, con algún jugador que incluso debutó en su momento con la selección. Menudo grupo: Pazos, Ballester, Iborra, Canós (creo que fue éste el internacional), Lico, Llompart, Vavá.... Por Lico pagó el Español de Vilá-Reyes, antes de que estallara el caso Matesa, una cantidad de dinero que pulverizó el record de fichajes de la época.

 Todavía recuerdo la alineación del Real Murcia de esos años. La digo de memoria, sin consultar nada, igual me equivoco en alguno:
José Luis Borja (portero que fue fichado por el Madrid alguna temporada después); Robles, Maraver, Rebellón; Silvio, Erviti; Juan Antonio (éste jugó luego en el Atlético de Madrid y en el Sevilla, creo), Illán, Colón,  Lalo y Serafín (el capitán).
(Las alineaciones de entonces se recitaban en base a un tres, dos, cinco. Es decir, tres defensas, dos medios y cinco delanteros. Se sabían de carrerilla. Recuerdo muchas de primera división de esos años)
Cuando acababa el partido, muchas veces con la frustración de un mal resultado, llegaba de golpe la melancolía de la tarde del domingo y esa oleada de gente tan animosa de los momentos previos al espectáculo regresaba taciturna y en silencio a sus casas, con la sombra del lunes planeando ya sobre sus cabezas y tratando de asimilar el último traspiés del Real Murcia.
 Quizá ese ánimo podía levantar el vuelo si antes de llegar al hogar se daba la feliz circunstancia de que los pies se encaminaran, como el que no quiere la cosa, a Bonache, Barba, Ignacio o tantos otros buenos sitios, para resolver de paso la cena familiar.



(Texto: © Mariano López A. Abellán)


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