El principio de incertidumbre de Heisenberg


Heisemberg (1901-1976)  enunció y logró demostrar en 1927 que es imposible calcular con exactitud y simultáneamente la posición y  el momento lineal (cantidad de movimiento) de cualquier objeto.
 Una reflexión que se deduce de este enunciado es la imposibilidad de la determinación exacta de las propiedades y magnitudes de la materia. Todo intento de medición implica, por mínima e insignificante que parezca, una interacción con el objeto de dicha determinación, dando como consecuencia la alteración del estado inicial cuyas magnitudes pretendíamos calcular.
 Si deseamos medir la temperatura de una bañera llena de agua caliente introducimos en ella un termómetro. Como el termómetro está frío, ésto, de por sí, ya altera la temperatura inicial del objeto de nuestro cálculo, el agua caliente. En una cantidad irrisoria, insignificante, despreciable,  pero que ya no nos garantiza una exactitud absoluta, ideal. Nunca podremos obtener un aparato tan pequeño que no altere las magnitudes a medir. Una sola partícula atómica y un cuanto de energía, al interaccionar, ya introducen un cambio en la materia. Incluso si nos limitáramos a mirar un objeto, éste lo vemos gracias a los fotones de luz que interaccionan con él. Ya estaríamos alterando la materia y no veríamos exactamente la materia real.   

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