Y SE ENTUSIASMAN CON ÉL
Últimamente ha propuesto el traslado forzoso de dos millones y medio de personas desde Gaza a Egipto y Jordania. O sea, una limpieza étnica en toda regla. En esto puede tomar nota y aprender del gran maestro Stalin, tan ducho en este tipo de operaciones, que trasplantaba poblaciones enteras de una república soviética a otra como el que trasplanta la planta de una maceta.
Odia al inmigrante cuando su abuelo y su madre llegaron desde Europa con una mano delante y otra detrás. Y hablamos de un país de aluvión, construido con oleadas migratorias desde todos los rincones del mundo. Un país que se convertía para muchos en el faro de la libertad y la nación de las oportunidades, donde tantos desheredados venidos de los cuatro puntos cardinales prosperaban y se labraban un futuro digno. Como sus propios antepasados.
Como toda doctrina que se lleva al límite, lo woke puede haber llegado a extremos francamente extravagantes. El infierno está empedrado de buenas intenciones. Hay muchas ideologías que en su búsqueda de las esencias y la pureza, y partiendo de nobles objetivos, pueden caer en lo esperpéntico como le puede suceder a ésta. (Pero también hay gente que cierto día de la semana no puede calentar la leche en un cazo ni encender la luz, o practica reglas doctrinales que chocan con el sentido común, como condenar el uso de preservativos en el África subsahariana cuando arrecia el SIDA). El caso es que este sujeto ya tiene un dragón contra el que luchar y montar una cruzada para, de esa manera, justificar medidas que exceden el motivo que las impulsó. Lo woke.
Pero lo peor de todo es ese desprecio por el débil que le ha llevado a cortar de raíz las ayudas financieras de las que dependían países del tercer mundo para afrontar sus precarios programas sanitarios. En su conciencia lo llevará, si es que tiene.
(Texto: Mariano López-Acosta)
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