Conversaciones en altamar



-¿No veis la grandeza de Dios en esta paz que nos depara el fin de la tarde, en este mar en calma que se llena de reflejos plateados mientras el sol nos abandona? La inmensidad de la obra del Criador, la demostración de su amor infinito que trasciende e ilumina la existencia de todos los que somos sus hijos, se manifiesta en todo su esplendor en esta armonía de cielo y mar, en este crepúsculo que es pura oración, que conforta la fatiga del alma y nos vivifica en la fe. Ninguna de sus criaturas, por mínima y humilde que sea, sentirá nunca el abandono del Padre. ¿No sentís que todo cobra sentido, que los miedos desaparecen, que la vida sonríe cuando uno comprueba que la fortaleza de su fe es un maravilloso don que la gracia de Dios nos concedió?
- ¿Pero de qué Dios me hablas? Desde hace 300.000 años miles y miles de millones de hombres de todos los continentes han pasado por la Tierra sin tener noticias de ese Dios. Hace solo unos 3.000, ayer mismo, en Oriente Medio, en medio de desiertos y tierras ardientes, un pequeño pueblo de profetas alucinados, en medio de un sol que todo lo abrasaba, decidió que era el elegido de una divinidad que hasta entonces nunca se había manifestado. Y esa elección trajo consigo el exterminio de otros pueblos vecinos y el monopolio y la exclusiva del disfrute de ese Dios durante diez siglos. Una pequeña isla escogida en un océano de gentiles a los que había que combatir, con la ayuda de ese Padre Celestial con una saña inimaginable. Ese es el...
- Tú no ves las cosas con los ojos del espíritu. Hay algo trascendente que está por encima del mundo material que no pueden captar nuestros pobres sentidos. A éstos le llegan los reflejos de una realidad que no nos deja emprender el vuelo y elevarnos. Somos más de lo que tú crees.
- ¿Pero bueno, ya estáis otra vez enganchados con el mismo tema? Estad pendientes de las poteras, coño, que no vamos a coger ni un calamar. Le prometí a mi hija y a la amiga que ha venido con ella a pasar unos días una buena pesca. Y dejad ya ese rollos que aburrís, de verdad. ¿Hacen unos quintos de cerveza? O si queréis saco la petaca de coñac...

(Eran tres amigos que se apreciaban como hermanos desde la niñez. Cada uno muy diferente de los otros...)
 (Continuará...)

(Texto: Mariano López-Acosta)

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