“Muerte y funeral de Sigfrido” de Wagner y el hipotético gasto en relajantes musculares del director Georg Solti
No podemos negar
que el pasaje wagneriano correspondiente a la Muerte y funeral de Sigfrido tiene una intensidad dramática muy poco habitual. Esos toques con arco secos y cortante
de los contrabajos con sus intensísimos silencios -seguidos de un tutti
orquestal de los metales abrumador, apocalíptico, casi inesperado- constituyen
la tormenta perfecta, sobrecogen y dan cuenta fidedigna del drama que se
desarrolla en estado puro sobre el escenario. Después, las tubas Wagner-diseñadas expresamente por el compositor alemán buscando un color sombrío y
lúgubre que no encontraba en la extensa paleta orquestal-, mientras merodean a
la espera de otra tormentosa descarga orquestal, crean un presentimiento de
tragedia irremediable, de negros presagios que se cumplirán inexorablemente.
También
es evidente que la implicación emocional de algunos directores de orquesta con
esta partitura adquiere tintes que rayan en lo excesivo, casi en lo surrealista.
Hay grabaciones en que Klaus Tennsstedt está al borde de las lágrimas, que
termina por no reprimir, mientras dirige apesadumbrado, inconsolable, a la
Filarmónica de Londres. Al verlo conducir a la orquesta dan ganas de acercarse, pasarle un pañuelo a él y darle un sentido pésame.
Pero
quien raya en un auténtico tremendismo, casi en lo esperpéntico a la hora de
dirigir esta partitura wagneriana, es el húngaro nacionalizado británico Georg
Solti.
Solti
fue uno de los grandes. Registró muchos discos para la compañía discográfica
Decca. Fue de los primeros en grabar óperas completas en estudio. Precisamente
en Youtube circula una de estas sesiones de grabación de Solti, supongo que de
los años sesenta, del referido pasaje de Sigfrido. Pues bien, no os
la perdáis si queréis ser testigos de la expresión corporal más excesiva y casi
cómica que se haya visto jamás en un director de orquesta. Los aspavientos que
hace, los compulsivos y bruscos movimientos, con inclinaciones corporales que
se acercan a los 90º, parecieran indicar que sufre una crisis epiléptica muy
mal medicada. Si vemos este vídeo descontextualizado pensaríamos que es la
imitación de un humorista haciéndose pasar por director de orquesta. Suponer
que su forma de conducirse en las casi doscientas cincuenta grabaciones que
hizo para Decca fueran de este tenor supone deducir un gasto inmenso en
relajantes musculares, antiinflamatorios, masajistas y fisioterapeutas. Aunque
quiero imaginar que esto solo le pasaba cuando dirigía el impresionante “Muerte
y funeral de Sigfrido”.
(Texto: Mariano López-Acosta)
(Texto: Mariano López-Acosta)
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