De Jan van Eyck (hacia 1390–1441) - Web site of National Gallery, London, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=11343084
["Una pareja vestida de manera aristocrática y
lujosa en una estrecha habitación burguesa, en la que hay chanclas y zuecos
dispersos aquí y allá. La cola, artísticamente doblada, reposa sobre el suelo
de madera y no sobre relucientes baldosas de mármol de un palacio. Muchas cosas
en este cuadro resultan contradictorias, parecen misteriosas. Se pintó en 1434
en Brujas, el enclave comercial más importante del norte de Europa. De Rusia y
Escandinavia llegaban la madera y las pieles; de Génova y Venecia, la seda las
alfombras y las especias; de España y Portugal, los limones, los higos y las
naranjas. Brujas era un núcleo urbano rico, "la ciudad más famosa del
mundo por las mercancías con las que comerciaba y por los mercaderes que en
ella vivían". Así al menos la describe Felipe el Bueno, duque de Borgoña
de 1419 a 1467. Era la ciudad portuaria de su propio reino, Borgoña, que se
extendía desde el mar del Norte hasta la frontera suiza y que fue durante
siglos el país más poderoso de Europa. Sus duques poseían muchas residencias,
una de ellas en Brujas. Amaban el lujo y, como Felipe el Bueno, sabían que el
poder de Borgoña se basaba en la laboriosidad de sus ciudadanos, sobre todo en
el comercio y en la industria textil de las ciudades flamencas; por ese motivo,
las hacía partícipes y favorecía el bienestar de sus habitantes. El matrimonio
del cuadro de Van Eyck es exponente de la riqueza de Brujas. Los ropajes sobre
todo evidencian que se trata de una pareja adinerada. El vestido de la mujer
está adornado con armiño y la cuidada colocación de los pliegues visibles
remite a la ayuda de una camarera. Por otra parte, para que la señora pudiera
andar alguien tenía que sujetarle la cola, y moverse con un vestido semejante
requería un cierto entrenamiento que sólo podía proporcionarse en círculos
aristocráticos. El hombre lleva una valiosa capa de terciopelo, orlada o
incluso forrada de nutria o de marta. La capa, al dejar los pies en libertad y
estar abierta por los lados, permitía el movimiento, la actividad. Que este hombre
no forma parte de la aristocracia lo demuestran los zuecos de madera colocados
delante de él, ya que están reforzados para no ensuciarse al caminar por la
calle. Los grandes señores no necesitaban zuecos. Iban a caballo o se hacían
llevar en sillas de manos. Van Eyck no dejó constancia del nombre del retratado
ni en el cuadro ni en ningún documento. Apareció por primera vez en un
inventario, 100 años después de haberse pintado: "Una tabla grande.
Hernoult le Fin con su mujer en una habitación". Hernoult le Fin era la
versión francesa del apellido italiano Arnolfini. Los Arnolfini pertenecían a
una familia de comerciantes y banqueros de Lucca, que tenían por entonces
delegación en Brujas. Este hombre de negocios extranjero vivía, por tanto, en
Brujas envuelto en un lujo aristocrático; poseía alfombras orientales, una
araña y un espejo; al menos la parte superior de la ventana estaba acristalada
y tampoco faltaban en casa las costosas naranjas. Pero su habitación era
estrecha como las de los burgueses y dominada por la cama, como en todas las
estancias privadas. Durante el día se recogían las cortinas y se sujetaban en
la parte superior. Era normal sentarse en el borde de la cama y también recibir
a las visitas tumbado sobre el lecho. Por la noche se corrían las cortinas y
surgía así un cuarto nuevo, una habitación dentro de la habitación. En las
ciudades-Estado italianas se permitía a los burgueses habitar en palacios
siempre que pudieran costeárselo; en la Borgoña de la época de Van eyck no era
corriente. Solo uno debió de hacerlo en Brujas: un italiano paisano de los
Arnolfini, el representante del poderoso banco florentino de los Médicis."
La
"bruja" abre nuevas perspectivas
"De la pared del fondo de la
habitación cuelga un espejo, situado en el eje central del cuadro. El marco
está adornado con 10 medallones que representan las estaciones del vía crucis.
Un espejo de cristal en un hogar burgués era algo infrecuente en la época de
Van Eyck; normalmente se usaba, en la medida de los posible, metal pulido. Los
espejos de cristal solo se encontraban en las posesiones de los monarcas y se
consideraban un objeto precioso puesto que su fabricación no siempre resultaba
fácil: la luna de cristal se resquebrajaba al entrar en contacto con el metal
líquido ardiente. Más adelante se inventó una mezcla de mercurio que se
aplicaba en frío. Pero los vidrieros de los Habsburgo habían probado con éxito
una solución intermedia: vertían una mezcla de metales no tan caliente en una
bola de cristal y obtenían así un espejo convexo como el que cuelga en casa de
los Arnolfini. Estos espejos curvos eran
más asequibles que los planos. En Francia los llamaban "brujas"porque
aumentaban el ángulo de visión de una manera misteriosa.: en este cuadro, el
observador puede ver las vigas del techo de la habitación y descubrir una
segunda ventana; por así decirlo, observa por detrás de sí mismo otra
habitación y allí donde está él descubre en el espejo dos figurasque entran en
la estancia. Doscientos años más tarde, Velázquez repitió el efecto en Las
meninas con un espejo plano. Este pintor era el conservador de las colecciones
reales de la corte española, en las que probablemente figuraba el cuadro de Van
Eyck."
Una ceremonia en privado
"La mujer pone
delicadamente la mano derecha sobre la mano izquierda del varón. Este roce
parece festivo y el pintor lo ha situado casi en el centro del cuadro, dándole
así un significado especial De hecho, los dos protagonistas parecen festejar
algo en su entorno cotidiano, ya que la cola de la mujer está cuidadosamente
colocada y el hombre levanta la mano derecha para hacer un juramento. En la
época de Van Eyck, darse las manos y hacer un juramento eran indicios claros de
boda. En el siglo XV no se necesitaba ni sacerdote ni testigos para formar un matrimonio
cristiano y civil; el acto se podía realizar en cualquier parte, incluso en una
estancia privada, como en este caso. No eran los sacerdotes los que impartían
el sacramento del matrimonio, sino los propios esposos. En todo caso, los
recién casados iban a misa juntos a la mañana siguiente, acto con el que daban
a conocer públicamente el enlace, pero que no era obligatorio. Hasta el concilio de Trento, que tuvo lugar
unos 100 años más tarde, la Iglesia no impuso la presencia de un sacerdote y
dos testigos en los esponsales. Y lo hizo no por razones religiosas, sino para
dificultar el mal uso y el engaño. Pero incluso entonces, la ceremonia no tenía
lugar ante el altar sino como mucho delante de la puerta de una iglesia. La presencia de testigos no era obligatoria en el enlace matrimonial,
pero son ellos los que se reconocen
claramente en el espejo, porque se necesitaban para otra formalidad frecuente
entre los cónyuges con fortuna, como los de este cuadro: la acreditación del
contrato matrimonial escrito, que reglamentaba las condiciones económicas y
tenía que ser firmado por dos testigos.
Es posible que el contrato financiero fuera especialmente importante en
el caso aquí representado, ya que es evidente que se trata de un enlace
"de la mano izquierda". El hombre toma la mano de su mujer con la
suya izquierda y no con su derecha, tal como era costumbre. Este tipo de
matrimonio estaba reservado a los esposos que procedían de distinta clase
social y se siguió practicando ocasionalmente en las casas reales hasta el
siglo XIX. Para ser exactos, siempre era la mujer la que procedía de una clase
social inferior, y debía renunciar a todos los derechos de herencia para ella y
sus hijos. En caso de que no hubiera descendencia, tenía asegurada una pensión de
viudedad. Esta pensión, o mejor dicho el certificado correspondiente, se
entregaba a la mañana siguiente; era la morgengabe ("regalo
matinal"), una palabra germánica de la que ha derivado la designación de
estos enlaces como matrimonios morganáticos.
La novia del cuadro no lleva un vestido blanco, pues esta costumbre no
se introdujo hasta la segunda mitad del siglo XIX, sino que se casa con un
suntuoso ropaje festivo. El vientre abultado no alude necesariamente a un
posible embarazo, sino que representa más bien el ideal de belleza del Gótico
tardío, al que también corresponden los pechos pequeños sujetos muy arriba.
También la gran cantidad de tela usada en la confección del vestido estaba de
moda: era el estilo representativo propio del reino borgoñón, aunque no solo de
este. Las mujeres ataviadas con tejidos tan abundantes y casi siempre con
grandes tocados fueron comparadas por sus coetáneos con barcos con las velas
desplegadas. Un francés malicioso señaló incluso que no se podía distinguir a
las "vacías" de las embarazadas.
La mujer del cuadro de Van Eyck era probablemente muy joven. El monstruo
tallado que se ve por encima de su mano forma parte de un banco situado junto a
la pared del fondo, y recuerda a los seres fabulosos de las gárgolas de las catedrales.
Al igual que el aspecto de la novia, son características de la época del
Gótico."]
(Los secretos de las obras de arte. Rose-Marie &
Rainer Hagen. Editorial Taschen)
Algunas de las muchas consideraciones que se pueden realizar acerca esta obra maestra:
-Hasta el Concilio de Trento, para la Iglesia estaba permitida la celebración del sacramento del matrimonio en ausencia del sacerdote e incluso de los testigos. Ni siquiera se requería como escenario de dicho acto ningún tipo de lugar consagrado. Bastaba simplemente para que la ceremonia se llevara a cabo la sola presencia de la pareja contrayente. La mutua formulación de un juramento tomándose de la mano bastaba para dar por concluida esta celebración sacramental. Eso es lo que representa más o menos la escena representada en este cuadro.
-Las ciudades-repúblicas del norte de Italia de la época, merced a su floreciente comercio gozaban de un poderío económico que les impulsaba a establecer delegaciones y sucursales bancarias en las industriosas poblaciones de la Europa septentrional.
-El empleo de espejos llamados “brujas”, como el que aparece en esta obra al fondo, era un indicador del estatus social y económico de sus propietarios.
-Velázquez, como conservador de las colecciones reales de los Austrias, tuvo posiblemente acceso al conocimiento de dicha pintura. Es probable que la genial clave pictórica que utiliza para resolver su obra “Las meninas” estuviera inspirada en el mismo efecto empleado por Jan van Eyck en este cuadro, con la imagen de unos testigos que no aparecen en la escena pero sí se reflejan en la “bruja” que hay en la pared del fondo.
(Texto: Mariano López-Acosta))
El matrimonio Arnolfini (1434). Jan van Eyck.
Óleo sobre tabla. National Gallery. Londres
-Hasta el Concilio de Trento, para la Iglesia estaba permitida la celebración del sacramento del matrimonio en ausencia del sacerdote e incluso de los testigos. Ni siquiera se requería como escenario de dicho acto ningún tipo de lugar consagrado. Bastaba simplemente para que la ceremonia se llevara a cabo la sola presencia de la pareja contrayente. La mutua formulación de un juramento tomándose de la mano bastaba para dar por concluida esta celebración sacramental. Eso es lo que representa más o menos la escena representada en este cuadro.
-Las ciudades-repúblicas del norte de Italia de la época, merced a su floreciente comercio gozaban de un poderío económico que les impulsaba a establecer delegaciones y sucursales bancarias en las industriosas poblaciones de la Europa septentrional.
-El empleo de espejos llamados “brujas”, como el que aparece en esta obra al fondo, era un indicador del estatus social y económico de sus propietarios.
-Velázquez, como conservador de las colecciones reales de los Austrias, tuvo posiblemente acceso al conocimiento de dicha pintura. Es probable que la genial clave pictórica que utiliza para resolver su obra “Las meninas” estuviera inspirada en el mismo efecto empleado por Jan van Eyck en este cuadro, con la imagen de unos testigos que no aparecen en la escena pero sí se reflejan en la “bruja” que hay en la pared del fondo.
(Texto: Mariano López-Acosta))
El matrimonio Arnolfini (1434). Jan van Eyck.
Óleo sobre tabla. National Gallery. Londres
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