viernes, 9 de noviembre de 2018

La felicidad y el sueño. Ortega y Gasset. El asno de Buridan.



Hace muchos años leí un pequeño ensayo de Ortega y Gasset que aparecía en su obra "El Espectador". Es muy lejana la idea que resta en mi memoria  referente a este escrito del filósofo de la llamada Generación del 14. Intentaré recordar qué venía a decir en esencia porque en su momento me llamó mucho la atención.
 Ortega nos contaba que el ser humano es potencia de muchos actos que están en nuestro deseo. Y como todos no son  realizables simultáneamente, como la elección de uno descarta de manera irreversible la opción de otros -de los cuales no desaparece el deseo de su ejecución-, como la vida es un continuo abanico de elecciones deseables pero no consumables en su totalidad por una implacable ley que nos obliga a elegir y por tanto a desechar opciones que no desaparecen del imaginario de nuestros anhelos más fuertemente arraigados, por todo eso surge un poso de insatisfacción que se hace mayor o menor según la capacidad de la persona para asumir la frustración, la renuncia, el reconocimiento de que en esta vida hay que aprender a perder cosas muy deseadas para optar a otras que también lo son. Luego veremos el curioso caso que planteaba Ortega en que solo un deseo prima sobre los otros, que a su vez van extinguiéndose hasta desaparecer. 
 Al hilo de estas ideas que intento evocar con el recuerdo de la lectura de Ortega también me viene a la memoria el célebre y ocurrente ejemplo metafísico de reducción al absurdo que planteaban algunos filósofos franceses para rebatir las teorías de Jean de Buridan. Era éste un filósofo escolástico del siglo XIV que argumentaba que el libre albedrío y la razón pueden ser los ejes sobre los que giren todas las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra vida. Rebatíanle sus contrincantes de forma satírica estos principios imaginando un asno que estuviera a la misma distancia de dos montones de heno de idéntica masa y apariencia. Según los detractores de sus ideas el asno no tenía más remedio que morir de inanición al no encontrar ningún elemento objetivo que decantara su decisión en uno u otro sentido. En otras versiones nos encontramos al famoso burro ante un balde de agua y un montón de alfalfa.  Es el célebre ejemplo conocido como "El asno de Buridan".
 He recordado esta anécdota de los filósofos franceses del siglo XIV porque la considero muy relacionada con los conceptos que vertía Ortega en aquel artículo de "El Espectador". El filósofo español, sin embargo,  después de diversas consideraciones sobre lo que dije antes, sobre esa fuente de insatisfacción que supone la continua elección en que se convierte nuestra vida, describía un escenario ideal en que solo quedaba en pie un deseo, los demás desaparecían, y rozábamos entonces la felicidad. Pues bien, ese momento feliz  se daba, según Ortega, en el punto en que pasábamos de la vigilia al sueño. En ese instante inefable, solo un deseo se erige como protagonista de nuestra existencia: el de abandonar el mundo de los que velan y entrar en el de los que duermen. Llega una fase en ese proceso en el que todas las aspiraciones que le dan sentido a nuestra vida van perdiendo interés y la potencialidad de múltiples actos (todo lo que somos) se reduce a uno solo, al cada vez más acuciante anhelo de dormir. Y ese último anhelo queda vencedor de otros muchos que se apagan y desaparecen sumiéndonos en una estado de paz interior incompatible con las aspiraciones no cumplidas. Ya solo queda ejecutar lo único que deseamos: dormir. Y nada ni nadie impide  ya la satisfacción del único deseo que nos mueve en ese  momento de nuestra vida. No hay felicidad mayor.

(Texto: © 2018 Mariano López A. Abellán)

2 comentarios:

  1. Eres un gran humanista. Y lo eres con una gran altura intelectual y mayor modestia. No sé si un día te conoceré en persona, pero poco a poco te voy conformando. Para mí empezaste como un personaje del teatro de sombras chinescas...siluetas de personajes de gran expresividad corporal que interesan, emocionan y hacen pensar. Te sigo y voy descubriendo en ti al director actor de teatro negro. Me asombras con la magia iluminada de tus palabras y apariciones fantásticas. Y empiezo a vislumbrar al hombre que encierra en sí tantas cosas sorprendentes y hermosas.¡ Gracias!

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    1. En este teatrillo de sombras chinescas que tan bien describes algunos perfiles se clarifican y se hacen algo más nítidos. En esta caverna que es facebook, que está a su vez dentro de la gran caverna que es la realidad que creemos percibir, tu silueta me llega con los contornos muy claros y me parece que eres tal como te imagino. Y la imagen que me llega de ti me dice que será un gran placer conocerte. Te veo muy transparente y muy auténtica y con unas inquietudes que no se me hacen extrañas ni me costaría nada compartir contigo. Todo esto te lo digo con un sentimiento puro de amistad, una amistad muy "sui géneris" porque no te conozco realmente aunque, como te he dicho, te intuyo y me llega, creo, tu esencia. En fin, Maria Teresa, estamos en el camino y nos encontraremos.

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