-Aquí está toda la historia de la
literatura -pensaba yo mientras recorría con la mirada la lista interminable de
obras. En las páginas finales venía detallado el extenso fondo editorial,
autor por autor.
Recuerdo que
adquirí, en la primera cala, Miscelánea histórico-literaria de don Ramón
Menéndez Pidal. Era una recopilación de
ensayos del viejo erudito. Recuerdo- conservo todavía el libro- su color verde
desvaído en las tapas, sus páginas de un color añejo. Me fui a casa en esa
lejana tarde de invierno fría y nublada con la sensación de que llevaba entre
mis manos poco menos que la Piedra Filosofal. Luego, claro, vinieron bastantes
más visitas.
Más tarde, unos viejísimos ejemplares editados en Buenos
Aires se convirtieron en el mejor trofeo. Eran
unas novelas de caballería de autor anónimo en tapas rojas, con las páginas
amarillentas, casi marrones: La historia de los nobles
caballeros Oliveros de Castilla y Artús Dalgarbe (nº 337), La historia del rey Canamor y del infante
Turián, su hijo. La destruición de Jerusalén (nº 374) y Libro del esforzado caballero don
Tristán de Leonís (nº
359).
Aunque no compraba todos los volúmenes que
hubiera deseado, fui almacenando los suficientes como para que la
pequeña leja de mi dormitorio fuera adquiriendo una cierta masa crítica y
empezara a parecerse a una biblioteca... Iba saliendo del mundo del Capitán Trueno para entrar en el de las lecturas serias.
Cada temática
tenía un color. Los libros de literatura clásica eran grises, los de novela
contemporánea, azules, los de ensayo, verdes, los de novelas de aventuras,
rojos, los de viajes, negros, los de biografías, amarillos, etc. (Creo
recordar). Por las noches me tiraba bastante tiempo repasando el
índice de autores, haciendo elucubraciones sobre el contenido de las obras.
Ha ido pasando el
tiempo hasta llegar a lo que somos ahora. Nada que ver con la sociedad de hace
cuarenta o cuarenta y cinco años. Pero de todas formas, cuando recorro de vez
en cuando las librerías que instalan en los paseos o bulevares anualmente y
descubro algún ejemplar de la Colección Austral, todavía recuerdo con nostalgia
los viejos libros de aquellos viernes por la tarde.
(Texto: © 2018 Mariano López A. Abellán)
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