El puñetazo de Villar a Cruyff.


Corría la temporada 1973-74. El Barça había fichado al astro holandés Johan Cruyff, que provenía del Ajax de Amsterdan. El equipo catalán llevaba muchos años sin conseguir la Liga, imaginando fantasmas en el centralismo, en los árbitros y asumiendo que había otro equipo en el que el "régimen" había puesto todas sus complacencias.

 Y en estas, en efecto, llegó Cruyff. No se incorporó al inicio del campeonato por algún tipo de problema burocrático. Pero lo cierto es que desde los primeros partidos comenzó a catalizar al club catalán de una forma que no se había visto hasta entonces. Lo demás es historia. El 0-5 al Real Madrid en el Bernabeu, la consecución del trofeo liguero de forma arrolladora, la entronización "per secula seculorum" del cruyffismo en el imaginario culé...
La alineación tipo del Barça durante esa temporada fue más o menos la que sigue: Sadurní; Rifé, Torres, De la Cruz; Costas, Juan Carlos; Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial.

 Por primavera, creo recordar (yo era entonces un adolescente), visitaron los blaugranas San Mamés. Jugaba en el Athletic por aquel entonces como interior derecho, de 8, Ángel María Villar, el actual presidente de la Federación Española de Fútbol. 
 Villar era el típico jugador que gusta más a los entrenadores que al público. Sobrio, no perdía ningún balón por nada del mundo. Hacía circular el juego con efectividad y de manera discreta, aunque sin mucha profundidad.  Fue un fijo de Kubala en la selección durante años. 
 El partido Atlético de Bilbao (durante esos años no se le llamaba Athletic)- Fútbol Club Barcelona fue televisado. Eso suponía, en un tiempo de televisión única, que estaba toda España pegada al aparato. Pues bien, en un momento determinado del encuentro avanzaba Cruyff con el balón cuando, de forma inesperada, Villar se plantó delante de él y le arreó un puñetazo que le hizo caer desmadejado sobre el césped. Ni entradón, ni placaje. Un "hostiazo" más típico del boxeo que del fútbol. A continuación, el jugador del Bilbao, sin decir ni "mú", se dirigió a los vestuarios sin esperar siquiera a que el árbitro lo expulsara. Fue tan flagrante, tan claro y diáfano el "recado" que le dio al azulgrana que no valía la pena perder el tiempo mareando la perdiz. 

Aun recuerdo a Villar cabizbajo, discreto, enfilar el camino de la caseta con calma, yo diría que hasta con serenidad, como quien cumple con un trámite ineludible, ya previsto de antemano, de manera tranquila y con la sensación de que no podía hacer otra cosa diferente a la que hizo...

(Texto: © Mariano López Acosta- Abellán)

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