En urgencias de Atención Primaria. "El poeta pobre", de Carl Spitzweg. 1839

 

No menos de 15 o 20 personas esperamos nuestro turno en las urgencias de un centro de atención primaria atendido en estos momentos por dos voluntariosos médicos. Buen plan para un domingo de cielos grises. Absténganse los impacientes o los que no tienen capacidad para gestionar la prisa (desde que estoy en la sala de espera han desertado varios hipotéticos enfermos) . 

Los virus hacen de las suyas y así está uno, quebrantado con algo que podría ser gripe o un enfriamiento de esos que te dejan destartalado y con dolor de huesos y de garganta hasta decir basta (¿o covid "ma non troppo"?) Pronto saldremos de dudas. Nada grave, aunque sí con la suficiente carga como para hacerte pasar la tarde del domingo yacente en el lecho, tapado con una manta hasta las cejas y a base de paracetamol o lo que tenga a bien prescribir el facultativo. El plan promete. (Aunque nada comparable, menos mal, al de esos poetas bohemios que pasaban la tisis, ateridos, en las frías buhardillas).

(Mariano López-Acosta)

["El poeta pobre", de Carl Spitzweg. 1839.]

P.D. Bueno, ya he salido. Nada, un trancazo de esos que se pasaban con aspirina y un vaso de leche caliente con un chorro de coñac.

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