En esta embarcación que surca las aguas en
un luminoso día de verano no había lugar para la fibra ni para los materiales
sintéticos. Todo era biodegradable. Podemos imaginar de madera la breve
cubierta al igual que el casco, el mástil, la orza, la botavara, el timón,
hasta el último acabado de la nave. Edward Hopper, el pintor que hacía
sociología con sus pinceles y nos mostraba la línea de sombra del american way
of life, esa ensoñación de un mundo mayoritariamente WASP, navega en este velero invitado por el matrimonio McKeen. Estamos en
agosto de 1944, en el tiempo de la liberación de París y de la lucha sin
cuartel de la Marina americana en la Guerra del Pacífico. El artista
estadounidense se ha consagrado con obras en las que se muestra el lado amargo
y melancólico de los solitarios de las grandes urbes, la desesperanza y el
vacío de tantas vidas anónimas a las que se les escapa de entre los dedos el
"sueño americano". Hopper ha sabido leer entre líneas como nadie y
descifrar el desvalimiento de las personas que se sienten solas y absurdas en
medio de las ciudades.
Pero
en esta soleada mañana estival, lejos de las tristes figuras noctámbulas de los bares de madrugada, surcando unas aguas muy azules, con las velas
henchidas de viento favorable y maniobrando junto a un banco de arena poblado
de gaviotas, todo es plenitud y alegría de vivir, como en un anuncio de
Martini.
Posiblemente alguna noche invierno, escuchando tal vez a Glenn Miller, habría de recordar Hopper con nostalgia las horas de navegación con Reggie y Martha McKeen.
Posiblemente alguna noche invierno, escuchando tal vez a Glenn Miller, habría de recordar Hopper con nostalgia las horas de navegación con Reggie y Martha McKeen.
(Texto:
Mariano López-Acosta)
El
"Martha Mckeen" de Wellfleet. 1944. Edward Hopper
Óleo
sobre lienzo. 81,5 x 127,5 cm
Colección
Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
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