Estar en la luna

 De mi adolescencia conservo, entre otras cosas, un atlas de bolsillo que consulté en infinidad de ocasiones. Desde la tranquila, entrañable y provinciana Murcia de los primeros 70, me asomaba a las páginas de este pequeño cuaderno y recorría el mundo a voluntad. Me saltaba las fronteras, recorría estados, regiones, países, imaginaba ríos, islas, penínsulas, cordilleras…  Después de escrutar la Amazonía del Brasil que acababa de ganar el mundial de México, deslumbrando con un equipo capitaneado por Pelé, volaba al país del Nilo, donde   el carismático Nasser acababa de fallecer. Seguía el curso del gran río hasta el delta que lleva su nombre, me embarcaba en Alejandría y navegando  Mediterráneo adelante, después de pasar por el Chipre del arzobispo Makarios llegaba hasta el puerto de Marsella. Desde allí, atravesaba la Francia de Georges Pompidou, cruzaba el Canal de la Mancha y recorría la campiña inglesa hasta llegar hasta Escocia rec...

  Deambulaba yo por las calles de la barroca ciudad de Murcia sumido en hondas y graves reflexiones, esas que suelen anteceder a la toma de alguna decisión trascendental en la vida (“ ¿me dejo barba o no me dejo barba?” ), cuando hete aquí que al aproximarme  a la confluencia de Trapería con la Plaza de Santo Domingo distinguí a lo lejos una escultura en mitad de la vía publica que me resultó muy familiar. Ya caigo, pensé. Debe de ser una reproducción de “El pensador”, esa obra de aquel  francés que fue pareja de Camille Claudel,  esa genial y atormentada escultora que pasó treinta años recluida en un manicomio y cuya vida fue representada en el cine por la muy hermosa Isabelle Adjani.   Luego resultó que se trataba de la obra original. Esta curiosidad cultural estaba enmarcada en una  serie de  actividades desarrolladas por la "Caixa" - englobadas en el programa "Arte en la calle"- gracias a las cuales tuvimos la oportunidad de contemplar en l...